27 noviembre 2008

Jes Extender

Una de las cosas buenas de estar en un impasse laboral como el que tengo ahora mismo -aparte de tener el día entero para hacer lo que me plazca- es que he descubierto que la tele de madrugada no consiste sólo en concursos chorras de televisión y anuncios eróticos y de alargamientos.

Anuncios que, por cierto, tienen su miga.



Como este. El mítico Jes Extender. Un clásico de la programación de madrugada. Un compendio de todo lo que no hay que hacer en publicidad.
No pretendo entrar en la cuestión de si realmente funciona o no, aunque me recuerda a aquél libro que vi circular por mi facultad, "Cómo crecer hasta los treinta".
Sí, ya, claro. Ahora soy Pau Gasol.

Lo curioso del caso es cómo intentan vendernos la moto, a través de testimonios, acerca de lo que importa el tamaño.
Tengo para mí que la gente hoy en día es inteligente. Incluso aquellos que realmente tienen un problema de tamaño, puesto que hasta el momento no se ha demostrado que la inteligencia esté en consonancia con tener una polla a lo Peter Holmes.
Así, si pretendes hacernos creer que lo que estás vendiendo salvará la autoestima de los micro-penianos, al menos intenta que parezca creíble.
O, por lo menos, paga a gente que sepa dominar su lenguaje corporal.

El primer testimonio, un tipo de mi quinta en un gimnasio de instituto (?) dice "quiero estar mejor, quiero Jes Extender". Podría empezar dejando el chándal en casa. O dejar de retorcerse los dedos de nerviosismo.

La segunda protagonista, una chica sola en un coche (??) dice "(...) a mí me gustan grandes". Qué curioso que cuando dice precisamente la frase relevante de toda la parrafada evasiva ("no sé qué pensarán los demás", como si fuera algo malo que cuesta confesar) está cerrando los ojos. No es que mienta, es que no se cree lo que está diciendo.

El mejor de todos es el tercer bloque de testimonios, una pareja geronto (!) que ni siquiera tienen el cuidado de esconder el guión fuera del plano. Cuando ella dice "es bueno para los dos, ¿y por qué no?" le está mirando a él, incómoda. Como la anterior, no se cree lo que está diciendo. Quizá ni siquiera se la haya visto al pobre viejo.

¿Y así pretenden que nos creamos que tenemos que llamar rápidamente a pillarnos un aparatejo de esos y pasarnos los próximos meses con él a cuestas?

Ojito al intento de hacer pasar el invento como un símil de medicamento. "No es un medicamento" pero usamos sus características para llamar a la confusión. Lo de menos es lo que pone y lo que dice, el cerebro ya asocia la pantalla azul y las tres advertencias como "farmacéutico". Pero aún así tiene miga:
1. Te sentirás mejor, más seguro y tranquilo. ¿Tranquilo? ¿Una polla de 20 centímetros incluye una glándula ansiolítica? Vale que dicen que es el verdadero cerebro del hombre, pero tampoco lo veo yo liberando endorfinas. Aunque, bueno, en ciertos momentos...
2. Aumentarás el deseo de tu pareja. Pues ya me jodería que el deseo de mi pareja dependiera del tamaño. Y yo que pensaba que las mujeres se excitaban con la mente, no con la vista...
_Hola, soy una chica a la que le gustan los pollones.
Que sí, que las hay. Pero es abundar en el estereotipo de "un pollón es lo que tiene Nacho Vidal y lo demás son tonterías".
3. Tus relaciones sexuales serán más satisfactorias. Toma del frasco. A tomar por culo las teorías de los centros nerviosos y la sensibilidad. Con un buen cipote tendrás orgasmos cósmicos.

En la versión extendida, que es la que tengo aquí colgada, no hay reparos en utilizar la filosofía actual del hombre moderno para intentar colar con calzador el producto.
Y llegan a la pregunta del millón. "¿El tamaño importa?"
Que lo diga el tipo del chándal se las trae. Claro, es que si lo dice un tío en un gimnasio de instituto será verdad.
Que la tipa del coche lo diga deshuevada de risa, todavía más. Claro, como sólo le vemos un brazo y no sabemos qué hace con el otro...
Pero luego está el gordopilo barbudo, el auténtico crack y el único actor con algo de talento. Atención a cómo se zambulle en el personaje y cómo lo interioriza, cómo balbucea y mira al infinito con aire perdido. Impagable, ¿será verdad que es un afectado? ¿Tendrá él un Jes Extender insertado?
Lo mejor, la parejita geronto que intenta echar balones fuera acusando al otro muertos de la risa (olé por la credibilidad) y mirando a cámara esperando el "corten".

Justo después, tras intentar hacernos creer que el producto está basado en sesudos estudios y pruebas (que no especifican, por supuesto, no vaya a ser que alguien quiera comprobarlo), nos dicen que no sólo te la hace más larga, sino también, "y esto es muy importante", más gorda. Acabarámos. Pues mira que presto atención al invento y no veo cómo lo hace. ¿Acompañará un complejo vitamínico? ¿Unas mini-pesas?
En la tabla que viene debajo, a modo de explicación, no dicen nada del aumento de grosor. Imagino que confiarán en que el agradecido cliente lo note por sí solo.

Y entonces llega "Vampirella", la "sexóloga, periodista y realizadora" (???) experta, que nos suelta una parrafada de lo más lógica cuando hablamos de tipos con una cosita que para encontrarla haría falta una lupa, es decir, gente que realmente tiene un problema. Pero aún así, el discurso es errático, lleno de pausas forzadas -"mierda, ¿qué tenía que decir ahora? ¡Apuntador!"- y con fugaces miradas a la izquierda (la mejor cuando dice precisamente "sus relaciones son más satisfactorias", ¿quizá recordaba su último polvete?).
Del lenguaje corporal se dice que mirar hacia la izquierda denota rememorar o recrear situaciones del pasado. Mirar hacia la derecha, sustituir (reconstruir) la verdadera historia por otra que no es. Tal y como hace la chica del coche cuando habla de cómo es ahora su novio tras usar el mítico alargador, exactamente con estas frases: "a ver si me explico" (derecha, miente, está recitando un guión), "no es que antes fuera un desastre" (izquierda, imagina, pobre novio), "aparte de su pene" (derecha, miente, además es feo) "ahora es sensiblemente más grande" (cierra los ojos, mejor ni verlo), "ahora domina más la situación" (izquierda, imagina, nos metemos en camisa de once varas), "le apetece más y lo hacemos más a menudo" (derecha, miente, y comprensiblemente además).

El último detalle del anuncio también llama la atención. Los chinos, salvo Yao Ming, son gente de talla baja. Como muchos querían ser más altos y ajustarse a los cánones de belleza masculina (y femenina) occidental, perfeccionaron una técnica para crecer a cualquier edad: romper todos los huesos de las piernas, separarlos uno o dos milímetro y aprovechar que los huesos tienden a unirse "creando más hueso" para, con un regulador, separarlos hasta alcanzar una talla deseable. Os podéis imaginar lo doloroso que es, y todo para crecer, como mucho, 10 centímetros y todo de pierna.
Jes Extender se basa en el mismo principio, pero sin romper nada (aparentemente). Para ganar un par de centímetros necesitas ir con el bicho a cuestas cinco meses. ¡Cinco meses sin dejar de usarlo por algo que ni se nota! Por no hablar de lo difícil que debe ser cuando te levantas en plan "tienda de campaña", ¿desvirtuaría el proceso? ¿Tienes que pasarte cinco meses a viagras?
¿Y el grosor? ¿Cómo hace un alargador para engordarla? Habría que consultarlo con Iker Jiménez, supongo.
Viva y bravo por Jes Extender, amigos. Sea lo que sea lo que signifie ese "Jes".
Yo, por si acaso, ya tengo dos.

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