17 diciembre 2012

Com ho fem? Carta abierta a Jordi Pujol

Querido Jordi

No nos conocemos. Tal vez esta sea una de esas raras ocasiones en que el paso generacional deslavaza la antigua costumbre de escuchar al anciano sabio y aprender de sus consejos. Porque lo cierto es que no consigo comprenderle.
Debo, ante todo, presentar mis credenciales que determinen mi idoneidad para escribirle estas líneas. Lo cierto es, discúlpeme de antemano, que no son tan extensas y anchas como las suyas. Pertenezco a esa llamada juventud mejor preparada de la historia, que será la que tenga que lidiar con el problema que unos y otros han ido construyendo a lo largo de los años.Quizá sólo eso me justifique, aunque desearía ahondar sólo un poco más y añadirle algo más de empaque a mi modesta pluma.
Fui catalán durante cinco años de mi vida, entendiendo y asumiendo su propia acepción de quién es y cómo es un ciudadano de Cataluña. Durante esos años y los posteriores, desarrollé un profundo afecto a esa tierra y especialmente a sus gentes. Nada en mí, ni entonces ni ahora, podrían sugerir o cuestionar mi conocimiento en primera persona de las realidades que se viven y se sienten, ni que mis propios sentimientos y opiniones se basen en otros datos que los que conocí. Permítame, pues, que una vez dichas estas escuetas descripciones me dirija al asunto por el que le escribo.

Leí con verdadero interés su intervención en el Encuentro Cataluña-España  Què Fem? organizado por el diario El País. Debo precisar, de entrada, que le entiendo. Es difícil retomar posturas propias de otros tiempos.
Se lo dice un independentista catalán a ratos.
Estoy entristecido, sobrepasado por los acontecimientos, impresionado por la inasumible lista de errores cometidos. Usted expuso los que siente más afectos, pero no pude encontrar, pese a mis esfuerzos, una pareja de los que provocaron. Los que a mí me han afectado. No hablaré por otros, se lo aseguro. Dejo esa responsabilidad a los que deseen hacerlo.

He leído listas de agravios.Algunas viscerales que simplemente buscan un culpable, otras pragmáticas que tratan de poner luz sobre un problema y su solución. Pero, don Jordi, ¿quién escribe los agravios que ustedes cometen? ¿Ante quién pedimos cuentas y responsabilidades? ¿Están libres de pecado y pueden tirar piedras?

Dijo usted "hay una cosa que no se puede tocar, ni atacar: la lengua. La identidad catalana no es la pela. Es la lengua, que no se equivoque nadie." "Deben hacerse las cosas bien y con la voluntad de crear cohesión. Por eso es tan importante que no vengan a hurgar con la lengua". "La viabilidad de Cataluña de la independencia de Cataluña es muy difícil. Pero hay una cosa más difícil que esa: que es la viabilidad de Cataluña como país, cultura, lengua, como sociedad cohesionada en las condiciones que nos ponen en España".
Como entiendo que usted viene, y le cito, "de 60 años de actuar en la línea de una fuerte afirmación catalana y nacionalista y, al mismo tiempo, de participación en el proyecto español" es difícil saber qué quiere decirnos. Y le estoy escuchando, don Jordi. ¿Me escucha usted a mí?
La lengua. Algo que siempre me ha llamado la atención es el grado de alarma que suscita cualquier comentario que sugiera un cambio, aunque sólo fuera una leve modificación, apenas un oscilamiento, de las circunstancias que rodean a la lengua. Se lo digo porque yo estuve escolarizado en un colegio de Barcelona con dos horas de catalán a la semana, y no era privado. Claro que eran los ochenta, ¿se acuerda? Usted era el que gobernaba. Ahora es justo al contrario. Se tocó la lengua, don Jordi. Se hurgó en ella. Se consideró viable hacerlo. Ningún partido, entidad cultural o asociación puso en cuestión la dignidad de España o su viabilidad entonces pero, ¿se lo planteó usted alguna vez?
Verá, entiendo que para usted el catalán sea la piedra angular de su teoría de pensamiento, el origen de su hecho diferencial y el germen de la cultura catalana. Pero debo mencionar que existen catalanes que tienen otra lengua, diferente al catalán, que sienten como propia. Dicho esto, a mí no me resulta ningún axioma que ustedes deban hablar uno u otro idioma. Se trata de poder entendernos, a fin de cuentas, y si no es en castellano o en catalán sería en francés o en inglés. O de ningún modo. Pero llama la atención que reclame para sí lo que niega a otros como usted, que viven en el mismo lugar que usted. La dignidad de su lengua. Que no se finja su inexistencia. Yo era uno de esos catalanes que sentían indignada su cultura y realidad en las señales de tráfico, en los carteles institucionales, en las comunicaciones con la administración. Usted debía velar por ellas en tanto era el máximo representante de todos nosotros. ¿Por qué no quiso hacerlo?

Si su identidad y su cultura son sólo en catalán y se siente agraviado si alguien intenta modificarlo, ¿por qué hace lo propio con los que sienten y piensan en la otra lengua? ¿Y cómo puede luego pedir respeto o dignidades que no respeta ni dignifica usted mismo?
Le suplico que no me quite la razón cuando le digo que no nos sirven las falsas premisas. No puedo aceptar que me diga que el catalán está en peligro después de siglos de coexistencia. No me permito consentirle a nadie que justifique este peligro en la masiva llegada de inmigrantes de otras regiones que les enriquecieron y les hicieron prosperar en su momento.
Pero le entiendo. Usted propugna un cambio en el paradigma. Quieren ser lo que desean ser y que los demás les acepten. Le entiendo precisamente porque los que quieren cambiar las cosas son quienes más sufren los rechazos de quienes no quieren cambiar nada.
Usted asegura que fue la sentencia del TC contra el Estatuto de 2006 la que espoleó la desafección y el camino hacia la independencia. No se lo discuto. Si me pongo en su lugar puedo comprender eso y mucho más. Pero yo, en cambio, no puedo pedirle que se ponga usted en el mío. No podría comprenderme. Porque, con todo el tiempo transcurrido, se puede acordar sin sonrojos que aquella reforma del Estatuto era una reforma de la Constitución por la puerta de atrás. Y después de leerle diciendo que no vengan a hurgar en la lengua, ¿por qué sí la Constitución y no la lengua? ¿Quién espoleó la desafección?

Por favor, no me considere inmovilista. Yo le acepto el catalán como premisa argumental. Después de haberle dicho lo que he dicho, creo que se dará cuenta en que doy pasos hacia usted y no en contra. Continúe oficializando la única existencia de una lengua sobre la otra. Lo respetaré. ¿Qué respetará usted de mis sentimientos, de mi identidad, de mi cultura? ¿Y con qué garantías?

Usted dijo "la iniciativa debe venir de ustedes". Bienvenida sea y se la presento. Pero se equivocaría si pensara que es una iniciativa que no espera una contrapartida. Si yo tuviera la influencia que usted posee trataría de cambiar muchas cosas a favor de Cataluña, pero también les exigiría muestras de que todas esas medidas no son meras compras de tiempo o etapas de un final anunciado.
Porque entonces les pediría que se fueran ya y dejaran de hacernos perder el tiempo a unos y a otros.

Quiero pensar que quien sí tiene esa influencia tiene una manera de pensar pareja a la que tengo yo.
Usted dice no fiarse de ellos. Puedo entenderlo. Pero no me negará que usted, y los suyos, tampoco han dado demasiadas muestras de confianza o lealtad.
Eso podemos cambiarlo todavía.

Ahora bien, com ho fem?

26 septiembre 2012

Pecados Nacionales VII

Solemos creernos con la mejor verdad de las posibles. No sé con exactitud si es un rasgo típicamente español o si ocurre en algún otro lugar, pero aquí lo hacemos a conciencia.
Nos gusta tener una opinión sobre cualquier cosa, incluso aunque no tengamos ni idea de en qué consiste esa cosa. Especialmente si no tenemos ni idea.
Pongo un ejemplo extremo: el CERN. ¿Saben qué es? Yo tampoco. Pero seguro que opinan que es bueno para el avance de la física cuántica, u opinan que es peligroso que un lugar que puede generar un miniagujero negro exista tan cerca de casa. En su momento ya trajo la debida atención y difusión de esta tendencia tan nuestra de parlotear como si lo supiéramos todo.
Otro ejemplo extremo: Mourinho sienta a Sergio Ramos en un partido de Champions. ¿Saben por qué? Yo tampoco. Pero no tardamos ni un minuto en tener una explicación, según el color de la camiseta que me gusta. Ni siquiera esperamos a que los protagonistas se expliquen, si es que llegan a hacerlo, ¿para qué? Si dicen lo que pensaba, "yo tenía razón". Si dicen lo contrario, "mienten para no admitir que yo tenía razón". Si no dicen nada porque piensan que no tienen por qué decir nada, "se esconde mi verdad".
Mi verdad.
Me asombra esta empecinación por tener siempre la razón (o que el de enfrente piense que quiero tener siempre la razón). Se me ha ocurrido llamarle el Fanatismo De Lo Mío porque es muy temprano todavía, pero debería de valerles.
El Fanatismo De Lo Mío se reduce al axioma "esta es mi verdad y la defenderé aunque tenga que hacerlo solo, fané y hecho caldo. Aunque no tenga razón. Especialmente si no tengo razón." Jackson Brown debió nacer en Talamanca del Jarama.
Este mismo erial lleno de letras es la prueba palpable, tangible y desmostrable de lo que afirmo: no soy menos fanático, me guste o no.

Soy consciente que podría utilizar cualquier ejemplo cotidiano para ilustrar este nefas nuestro. Pero qué quieren que les diga. Es mi blog y con él hago lo que quiero. Y una vez más quiero redundar en lo sobado. Seh, una nueva perla anticatalana fabricaindependentistas.
No es que a mí me guste el tema especialmente. Sé lo que parece y por eso lo advierto. Ya que estamos tratando de hablar de verdades sí o verdades no, a mí no me da de comer hablar de los nacionalistas catalanes. Ni pienso que tuviera especial talento para tratar el asunto de manera oficial o profesional. Porque a mí también se me va la fuerza por la boca al expresar mis verdades como puños.
Las verdades polarizadas tienen el inconveniente de tener las patas más cortas, incluso, que las mentiras.Y en los últimos tiempos quizá no haya dinero, pero hay polarización a cascoporro. O conmigo o contra mí.
Lo lamentable es que muchas veces sabemos demasiado bien que no puede ser cierto lo que estamos defendiendo con tanto ahínco, pero no queremos admitirlo delante del de enfrente. Antes llamarle 'fascista' o sus múltiples equivalencias.

La crida catalanista
1. El expolio fiscal.
El "España ens roba" hizo fama y fortuna nada más llegar, lo que sólo pueden decir Patrick Rothfuss (best-seller a la primera, ahí es nada), Leo Messi o Justin Bieber.
Tendrá visos de tener su parte de verdad, pero a la gran mayoría no les importa hasta qué punto es cierto: basta con que encaje en mi ideario para darlo por bueno y gritarlo a los cuatro vientos. Debe de haber decenas y decenas de estudios, de toda clase de organismos dependientes e independientes, que demuestren ese expolio y ese robo, ¿no? Pues no. Ni falta que hace. Oímos la cifra de 16.000 millones de leuros anuales y nos escandalizamos. Con razón. Si nos dicen que con la independencia pagaremos menos impuestos y seremos iguales que Dinamarca o Suecia nos hacemos independentistas. Con razón.
El Fanatismo De Lo Mío está ahí para darnos cuenta de lo mucho que cuesta admitir que si gano mil pago más impuestos que el becario que gana diez. Pero al FDLM le da igual cómo suene o cómo parezca. Al FDLM no le gusta contrastar lo que se afirma con la realidad. El FDLM se alimenta de lo que se ha oído o se ha leído o le han contado. Tanto hablar de falta de transparencia con las cosas de la política y resulta que todo el mundo se sabe al dedilllo las cifras y las cuentas oficiales: como poco el (dicen) millón y medio que se manifestó en Barcelona el otro día. Como poco. No sólo eso. También saben cuánto se gastan los catalanes en las inversiones de infraestructuras de Madrid. Proclaman a los cuatro vientos que ellos han pagado el metro, las autovías, las 'rondas', el AVE, la Terminal 4. Si me apuran, también levantaron ellos el Bernabéu. Como si los madrileños no tuviéramos un pavo. Como si fuéramos pobres de pedir.
Se publicaron las balanzas fiscales y el FDLM no se molestó en averiguar si hay más índices que corrijan la tendencia, como ciertas balanzas comerciales que nadie ha visto ni calculado, de tal modo que aparenta no existir más que en el imaginario españolista. Como nadie las ha visto ni calculado, los catalanistas pueden mantener el sentimiento de agravio todo lo que les plazca.
16.000 millones son muchísimos millones. Pero si suponemos que tantérrimos millones se deben a los impuestos que pagan los catalanes que se fugan de Cataluña para ir al Estado, que no son todos los que se pagan porque una parte no desdeñable son impuestos autonómicos y locales, ¿cuántos millones tienen los catalanes? ¿De verdad es una cantidad tan estratosférica para ellos?
Alguien quiso comprobarlo, o al menos el rumor arrojó un porcentaje: el 8% del PIB. La cifra recorrió bocas y teclados y es vox populi, pero no lo es de dónde proviene esa verdad. Ni falta que hace. Un ocho por ciento suena muy alto en comparación con el 0.7 que se da a ONG. Y Cataluña no es una gran ONG, como ha quedado acreditado. Así que el FDLM no duda en abrazar la tesis y culpar de su quiebra al déficit fiscal. Sin haberse parado a pensar, siquiera por un momento, que si esa y sólo esa fuera la causa de la ruina catalana, peor deben de estar Madrid y Baleares. Y no lo están.

 2. El hecho diferencial
Cataluña es diferente. Hasta qué punto lo es nadie lo sabe con certeza porque cada cual usa sus propios baremos en función de lo que quieren que sea y no de lo que realmente es. En el Fanatismo De Lo Mío abunda una paradoja que, vista desde fuera, tiene mucho más sentido: ahondar en las mínimas diferencias y exagerarlas, establecer un sentido en ellas y dotarlas de calibre, desechando las posibles semejanzas exteriores (o suprimiéndolas) y de ese modo convertir un localismo débil en una auténtica diferencia abismal. Ejemplo práctico: determínese qué diferencia hay entre maltratar a un toro en una plaza y maltratarlo en una calle, localización geográfica aparte.
La explicación, no por sencilla, deja de tener sus complicaciones: necesitamos sentirnos diferentes.
Se utiliza la lengua como punto de partida y válgale a nadie decir que esa lengua no es diferente. Aunque lo sea por milímetros como lo son el portugués o el gallego. O el italiano. O el valenciano y el balear. O el castellano respecto a aquellas, que tanto monta. Se trata de cualificar la diferencia, no de cuantificarla.
Y como de cualificaciones va la cosa, cualquier atisbo de diferencia, aunque sea lateral o cogida muy por los pelos, se exagera o se crea de la nada. Tan ricamente. Ejemplos hay unos cuántos.
Como la Historia, así, con mayúscula. Por cada Pío Moa hay un Armand de Fluviá que, bien pertrechados con sus argumentos retorcidos, consiguen transformar su deseo en certeza.
Como no pretenderé dármelas de historiador, existen centenares de artículos, tesis y libros que hablan del asunto para todos los gustos del fanatismo que toque. Es decir, los hechos son siempre los mismos pero las interpretaciones que quieran darse de ellos pueden dar lugar a posiciones opuestas, según interese. Y ahí está la base del problema, que el Fanatismo De Lo Mío no consiente razonar con lo que hay, sino recrearse con lo que debería haber sido.
¿Y las consecuencias? Bien, gracias. Ahí están para el que le apetezca verlas. Todos sabemos llamar gilipollas al de enfrente y menospreciar su criterio cuando no coincide con el nuestro, pero es mucho más difícil tratar de ponerse en su lugar y reflexionar por qué diablos no opina como yo. Pero así funciona este chiringo y por eso llevamos décadas tirándonos trastos a la cabeza.
Al hecho diferencial y su fanatismo les gusta cobijarse en la parte por el todo y basarse en complicados juegos aritméticos que aglutinen una mayoría social cualificada. Ellos son Catalunya y, por ello, su palabra es leyenda (aún más que ley) y sus actos, meras expresiones del genuino sentir del catalán medio. Aunque no lo sea. ¿Necesitan detalles? Imagínense cierta Ley del Cine que obligara a las productoras a doblar el 50% de las películas al catalán. Como expresión de hecho diferencial es remarcable y aparentemente refleja una necesidad satisfecha, un sentir refrendado por ley. Que luego el 70% de los catalanes prefieran ver las películas en castellano es residual y anecdótico.
Marcar distancias es la consigna, y ello crea más problemas de los que resuelve. Eso no gusta, claro que no. Escuece y pica y lo primero que buscamos es cualquier resquicio de argumento que pueda servirnos. De ahí que si alguien se pregunta por qué ese empeño en descolgar banderas estatales de los balcones oficiales, reciba aproximadamente el mismo tipo de respuesta prefabricada: "porque no la sentimos como propia". Si alguien protesta porque se silba el himno en finales de competiciones estatales, es porque "no es el nuestro". Si alguien intenta entender por qué se elaboran políticas lingüísticas discriminatorias, siempre recibe la misma mistérica respuesta: "porque debemos proteger nuestra lengua para que no desaparezca" (ni en éstas es posible desprendernos del victimismo). Si se renombran topónimos al gusto y decimos Saragossa u Osca "es porque hay costumbre de llamarlo así", pero no es ni remotamente comprensible escribir o decir Lérida y Gerona "porque son Lleida y Girona y punto". Y así con el resto de puñado de acciones diferenciadoras (promover compras selectivas, las embajadas, subvencionar instituciones separadoras...).
Es evidente que todo esto hiere las sensibilidades no afines. Debería ser lógico entender que la pretensión de marcar tanta distancia supone un coste. Pero el FDLM no lo percibe así. Ni puede, ni quiere ni debe. Aún mejor, rechazan que alguien pueda sentirse ofendido si queman una bandera o pitan un himno. "¡Sólo son símbolos, por favor!". Trapos y melodías. Ejercen una libertad de expresión consistente en demostrar su rechazo. Porque se sienten diferentes.
El hecho diferencial interpreta y promueve remarcar esa diferencia, ese 'somos otros' que excluya el 'nosotros' del 'vosotros' y llevarla a cabo hasta las últimas consecuencias. Pero con cabeza. Que seremos distintos, pero no idiotas: la práctica, habitualmente de hechos consumados, se basa en la premisa cómoda de exigir que el Estado cargue con buena parte de aquello que resulte indecentemente caro y dejarnos a nosotros gastar otro buen pedazo en 'hacer país', que básicamente consiste en fomentar el inciso del hecho diferencial. Los fanáticos no terminan de ver por qué desde cualquier otro lugar esta práctica se concibe como cínica o hipócrita, ni entiende de artificialidades. Se queda con la respuesta recibida por los opositores y reacciona en consecuencia.

3. El anticatalanismo
El odio a Cataluña existe. Alguien, en alguna parte, debe odiarla a ella. No a sus gentes. No a algunas de sus gentes. No a algunas de las cosas que dicen o hacen, no. A Cataluña.
Tiene que ser así porque buena parte del hecho diferencial se basa en criminalizar la oposición al hecho diferencial. Es básico para fomentarlo y expandirlo. Aprovechamos los ataques para reforzar nuestra identidad diferente arguyendo que no nos comprenden ni nos quieren como somos.
Quien ejerza su libertad de expresión consistente en demostrar su rechazo se expone a ser tachado de anticatalán y de odiar a Cataluña. Porque, damas y caballeros, quien antes expresó su rechazo y se jactó de su libertad para hacerlo no quiere recibir lo mismo y con el mismo derecho. Espera que su voz sea única y que la única respuesta sea un apoyo contrito.
Así de simple. Se ha comprobado que funciona.
Pero para ello fue necesario mucho esfuerzo. Sacrificamos la libertad de prensa para disponer de unos medios que siempre remarán a favor de nuestra causa y educamos a los nuestros bajo unas claras premisas que sienten las bases necesarias para desconfiar de cualquier mensaje que provenga del exterior. Con la burbuja aislante ya formada, interpretamos un fabuloso papel dramático cuando esos mensajes sean críticos con nuestras capacidades y no dudamos en envolvernos con banderas, tachando de 'anticatalán' a todo el que no esté de acuerdo con mi planteamiento. Lo que extiende la teoría de que todo el que no es catalanista es, por definición, 'catalanófobo'.
La creación del anticatalanismo fue básica para generar el mecanismo de defensa propio de quien se siente atacado. Si nos sentimos atacados queremos defendernos. Si queremos defendernos buscamos argumentos que nos apoyen. Si no los encontramos, cosa poco inhabitual, nos frustramos y entendemos que hay desafección. Si sentimos que hay desafección, es porque nos odian. Si pensamos que nos odian, dejamos de creer que formamos parte de lo mismo y buscamos la separación.
Bajo todas estas premisas, fue relativamente sencillo construir un oasis en el que toda la presión se volcaba hacia fuera. ¿Para qué rebatir un argumento pudiendo reducirlo a la amenaza? A nadie le gusta que le tachen de anticatalán, y por ello si nos esforzamos en llamar así a todo el que no comulgue conmigo, acabará por dejar de criticarme e incluso intentará ganarse mi favor.

4. El maximalismo
Contra eso es difícil luchar. Habría sido necesario una labor dialéctica demasiado extensa para revertir lo que lograba una sola palabra. Y cuando eres catalán o vives en Cataluña, eso significa la diferencia entre sentirte aceptado o no. En lo que llaman integración.
Piensen en los andaluces, extremeños y murcianos que emigraron allá en los sesenta. Piensen en sus hijos y sus nietos. Imagínenselos intentando encajar con las premisas impuestas: un lugar donde se les repite que son diferentes, que sienten diferente y que todo el que no lo haga igual podría ser acusado de odiar a los catalanes. ¿Les extraña que hoy sean los más furiosos independentistas? Nada sugiere otra causa para explicar semejante conversión, no dentro de un mismo estado y bajo las mismas condiciones socioculturales que en otros lugares donde también hubo inmigración masiva. Sonará ofensivo para algunos, pero no es la primera vez que ocurre este fenómeno. La fe del converso se inventó hace mucho.
Pero no podemos ni queremos culpar a nadie por ello. Se trata de supervivencia. De vivir en paz dentro de lo posible. De no hacer un ruido más alto que otro, que dejamos para quienes siempre lo hacen. Y así, hoy en día parece que todos los catalanes son independentistas: porque los que no lo son no lo dicen con tanto ruido. O no lo dicen, sin más.
Este fenómeno tiene, además, otra ventaja. Todo lo que los nuestros digan es válido de cara a la galería (aunque en petit comité lo neguemos y lo censuremos) porque forma parte de nuestra realidad de país, del hecho diferencial. Podemos expresar cualquier idea por excesiva que parezca. Genuinamente. Nadie nos lo va a discutir.
Podemos decir que España no es un estado democrático porque no acepta mis reglas. Que somos una colonia castellana sojuzgada y oprimida. Que Cervantes y Colón eran catalanes. Que el recorte del Estatut vino impuesto por el uniformismo españolista. Que ETA no debería atentar en Cataluña.
Nadie se va a alarmar si todos los periódicos catalanes publican el mismo editorial. Nadie debería ofenderse si TV3 utiliza el castellano sólo si es para mostrar mensajes ridículos, torpes o paletos, o si el Canal 33 emite un vídeo en el que un tipo le pega tiros al rey y a algunos catalanes que no le gustan. A pocos les preocupa que la deriva secesionista no termine en la Ítaca soñada que cada día parece más lejana y distorsionada.
Nadie ha dicho lo que ha pensado que pasará a partir del día después a que consigamos la libertad. ¿Seguirá siendo así? ¿Seguiremos permitiendo sólo un pensamiento oficial? ¿Contra quién se levantarán nuestros rebeldes? ¿A quién mirarán cuando busquen a aquellos a los que no quieren parecerse los inconformistas? ¿Hasta cuándo podremos culpar a los mismos de nuestros problemas?
¿Y si el catalanismo puede morir?

No puedo ni quiero escribir un mamotreto como este sin dejar a un lado las críticas que merece la otra facción fanática, la de enfrente. No sería justo otorgarle la máxima visibilidad a sólo una de las partes del todo. Y el todo es el problema con mayúsculas, otro pecado nacional más del que no somos inocentes
Quizá ese sea mi problema: que no puedo abstraerme a un lado y quedarme en él.

El quejío españolista
1. El chantaje soberanista
España tiene unos 47 millones de habitantes, de los que 7 viven en Cataluña. De éstos, aproximadamente la mitad se declaran o han votado a partidos nacionalistas. Nunca 3.5 millones de personas dominaron con tanto ardor a los otros 43.5. La actual legislación electoral les otorga un peso desproporcionado por el número de personas que representan, especialmente en aras de la gobernabilidad del país: siempre piden más de lo que merecen y los distintos gobiernos están obligados a dárselo a cambio de votos desleales.
Esa es la visión primordial del fanático: unos pocos condicionan la vida del resto. Lo que a estos FDLM les molesta en realidad es que esos pocos sean catalanes o vascos, porque eso de que una oligarquía domine a la masa plebeya existe desde que abandonamos las cuevas.
Y aún suponiendo que fuera cierto que la legislación electoral está trampeada para sobrerrepresentar a algunos partidos, no son precisamente los nacionalistas los más inflados. Se suponía que la ley d'Hont tenía como propósito garantizar estabilidad entre partidos mayoritarios, pero no que éstos tenían que ser hegemónicos y marginar a los nuevos (o a los menos mayoritarios) a eternos papeles secundarios e ínfimos. Una cosa es cierta: la suma de votos de CiU y PNV apenas supera el 5% de los votos globales, y el conjunto de todos los partidos nacionalistas no llega al 10%. Pero a los fanáticos no les gusta que exista gente nacionalista. Para ellos, el Congreso debería ser la cámara española por excelencia en la que las únicas voces autorizadas fueran leales patriotas dispuestas a buscar el bien común de todos los españoles y no sólo de los suyos, aunque al mismo tiempo hacen claros distingos entre los 'suyos' y los 'nuestros'.
Los nacionalistas tienen derecho a ser nacionalistas. Y tienen derecho a expresarlo y a sacar rédito político por ello. Si decidimos organizarnos de esta manera tenemos que respetar que funcionamos así hasta que no tengamos otro sistema. Pero en lugar de buscarlo, preferimos patalear sobre la suerte que tienen algunos de necesitar tan pocos votos para influir tanto. Es más fácil.
De hecho, el fanático españolista es, por definición, pasivo. Si los partidos mayoritarios representan poco más del 70% de los votos, es perfectamente posible reformar la ley electoral. Pero no lo hacen ni lo harán.
Si 'la insolidaria Cataluña' protesta por tener que contribuir a la armonización de las comunidades menos favorecidas y tal insolidaridad genera respuestas airadas, esas comunidades podrían apretar los dientes y ponerse a generar más o producir mejor. Pero no lo hacen ni lo harán. Para qué. Con lo cómodo que es que te den de comer a cocinarte tus propios platos. ¿Demagogia? Puede ser. Pero no nos duelen prendas en llamar insolidarios a todos los catalanes ni pensar que ellos también pueden tener sus propios vagos.
Es un hecho lógico que quien se ha visto favorecido por políticas de subvención se sienta cómodo recibiendo extras a cambio de nada, siendo una conducta muy propia del carácter español.Con todo lo que se reparte entre todos es difícil comprender por qué está costando tanto desarrollar comunidades españolas y de qué manera se está distribuyendo esa contribución. Que el mensaje de insolidaridad provenga, en mayor medida, de las otras comunidades que contribuyen más (y salen incluso peor paradas) sólo se explica desde la postura cínicamente estoica de quien no le gusta lo que hace, preferiría no tener que hacerlo y acusa a quien sí da un golpe en la mesa, pues tal insolidaridad se ha demostrado falsa: Cataluña sigue pagando esos 16.000 millones. Que lo haga a regañadientes no le quita ni un ápice de solidaridad.
Los españolistas critican la continua pronunciación de los términos 'robo' y 'expolio', pero aparte de ladridos no hacen nada más. Ni aportan datos que maticen o contradigan tales adjetivos ni tampoco parecen muy dispuestos a cambiar el orden de las cosas para que no se den más muestras de voluntades insolidarias. En realidad, los Fanáticos De Lo Mío viven cómodos en esa protesta de 'eres un insolidario' al mismo tiempo que ponen el cazo.

2. Treinta años de manipulación nacionalista
Los niños catalanes son idiotas, sus padres les aleccionan (o pasan de ellos) y los profesores son malignos manipuladores dispuestos a todo por su patria propia. Esa es la conclusión fácil a la que llegar para acusar a la educación como el principal motivo por el que hay tanto nacionalista y separatista.
Desgranemos esa opinión tan generalizada.
a. Los niños catalanes son idiotas. Tienen que serlo por fuerza si los mensajes que les llegan de que el Ebro es un río pequeño que nace en tierras extrañas es fácilmente asimilable y convertido en dogma. Si lo pone el libro de texto, entonces será verdad. Como además les dan todas las clases en catalán, apenas aprenden castellano y su capacidad para expresarse y escribir en la lengua común es más limitada. Porque son idiotas.
b. Los padres les aleccionan (o pasan de ellos). Los padres ya tienen su opinión formada y la transmiten a sus hijos. Si son nacionalistas, los hijos tenderán a serlo a menos que se rebelen, cosa menos habitual de lo que se cree. Si no lo son, pasan de sus hijos y permiten que éstos crean una versión falsa y deformada, con España como enemigo principal, de modo que casi todos los niños catalanes acaban siendo nacionalistas y por eso hay tantos ahora.
c. Los profesores son malignos manipuladores dispuestos a todo por su propia patria. De hecho, para ser profesor en Cataluña tienes que tener el carnet del partido soberanista que mejor te caiga, estar dispuesto a cerrar los ojos ante aberraciones de algunos libros de texto y, en las clases, limitarte a repetir lo que pone en ellos sin ponerlo en discusión.
Todos los anticatalanes sabemos y comprendemos que la inmersión lingüística es discriminatoria, pero tenemos más cara que espalda al utilizar a los pobres niños indefensos catalanes como arma arrojadiza. Les tomamos por idiotas incapaces de aprender el castellano fuera de las clases y clamamos al cielo por una horita más de español como si fuera a resolver el problema de una vez por todas.
Cualquiera de nosotros (y de ellos, no se crean) entiende a la perfección que dejar la educación en manos del cacique de turno es una olorosa gran cagada. Pero dice muy poco en nuestro favor menospreciar la capacidad crítica de los que no piensan como el fanático.
Los idiotas serán idiotas, hablen en la lengua que hablen. Los poco interesados en saber más seguirán sin querer saber más. Los que sólo hablen en catalán seguirán hablando sólo en catalán, y los que hablan castellano en casa seguirán haciéndolo. Y habrá listos catalanistas y listos españolistas. De hecho, en Madrid deberíamos intentar comprender por qué hay tanto catalán despuntando en tantas áreas mientras nosotros sólo valemos para funcionarios, y si no tendrá algo que ver la educación que reciben. Sea o no nacionalista.
Pero preferimos que sean tan inútiles como lo somos nosotros o que, al menos, lo sean en las mismas condiciones en las que acabamos nosotros. Sí, desde luego, es problemático este tira y afloja en un área sensible. Pero el FDLM se despreocupa de dar ejemplo. Prefiere imponer su mediocridad.

3. El uniformismo
España es un país europeo con fronteras bien definidas y delimitadas que implican que todo lo que hay dentro de ellas es España. Llevamos mucho tiempo siendo así, tanto que es impensable imaginar España sin alguna de sus partes. Pero existen varias Españas. Cuántas de esas españas son o pudieron ser, cada uno se queda con la suya, pero del mismo modo que un oscense no es igual en todos sus aspectos a un zaragozano, ni un gipuchi diría jamás que es igual a un vizcaíno, tampoco se puede afirmar tan alegremente que todos los españoles son uniformes (que no iguales). Los Fanáticos De Lo Mío insisten en utilizar la palabra igualdad sin saber muy bien cómo la están usando. Porque no hay más españoles desiguales que vascos y navarros, pero por sus fueros y nada más.
No existe uniformismo ni se puede pretender imponerlo como sucedió en otras épocas censurables. Los FDLM quieren pensar que, por ser españoles, debemos pensar todos en las mismas circunstancias y condiciones y mostrarnos fieles y leales a unos valores concretos, como si de una religión se tratara. Los peores de todos ellos desprecian la mera existencia de lenguas que no sean la estatal y confieren un valor más alto del real a toda manifestación que no se ajuste a su ideal de españolidad. Tan es así que no dudan en utilizar definiciones inexactas de las comunidades más conflictivas. Un ejemplo: cualquier persona que para referirse al País Vasco utilice la expresión 'Vascongadas' es un fanático de lo suyo. Y lo hace así porque o se ha dejado llevar por la cadencia de otros fanáticos, más aventajados en tamañas lides; o porque la mera idea de que exista una comunidad que se llame 'País' le rechina en la mente uniforme.
Los FDLM hablan mucho de patria, de Nación con mayúsculas, del pasado milenario y las hazañas del Imperio, pero no se avienen a admitir que todo aquello dejó de tener sentido cuando entramos en Europa y ésta dejó de acabar en los Pirineos. Y aunque tenga sentido saber de dónde vinimos y hasta dónde llegamos una vez para saber a dónde vamos, no lo tiene si no va acompañado de una coherencia que no se da en los días que vivimos. No hay rastro alguno de patrias o Nación mayuscular, ni parece que España dure otros mil años ni que vuelva el Imperio. Aventar todo aquello sólo puede ser interpretado como la pose de quien no tiene nada mejor de lo que enorgullecerse y considera que nadie más puede hacerlo si no es bajo su ideal.
El uniformismo pretende refrenar toda iniciativa que se salga de un guión preestablecido. Insiste en manejar unas premisas estrechas que no pueden ser sobrepasadas. Un FDLM espera sentir que, vaya donde vaya, nada resulta cambiante o diferente. Entiende que un país es uno y no diecisiete y que por tanto si va a Barcelona le hablarán en castellano porque allí casi todo el mundo se expresa así, pero si va a Mollerussa también espera que todo el mundo a su alrededor hable en un idioma que él entienda a la primera. En su mentalidad no cabe otra fidelidad que la unidad, sin matices. Los más y los menos asumen la existencia de diversidad pero a unos niveles que no siempre es posible aceptar sin remilgos, y de todas las opciones sólo cabe quedarse con la suya, una Constitución intocable e insustituible. La Biblia hispana, ni más ni menos.
En cada ocasión que los catalanistas sacan los pies del tiesto, apenas tienen tiempo para morder el anzuelo y atacar con saña.

4. La hispanofobia
Porque también necesitan del victimismo para consolidar su pertenencia a una identidad atacada. No intentan convencer, dejando tal misión a un ser inexistente cuya ausencia es palpable. La expresión del fanático es uniformista e inclusiva porque sí, porque lo dice él y punto. "Mira tu DNI a ver de qué país eres". Exige a otros que piensen como él o al menos disimulen sus opiniones para quienes no estén interesados especialmente en conocerlas, por sabidas o compartidas, de tal manera que a ojos de cualquiera en España no haya más problemas que los que ellos quieran que se muestren. Tan es así que, al empezar el debate secesionista, su primera idea es que se busquen una isla y allá se vayan porque Cataluña "es suya".
Pero la hispanofobia como tal no existe en proporciones importantes. Ni interesa que se vea así. La intención es magnificar la presencia de ese fanático y multiplicarlo por cientos de miles de fanáticos, convertirlo en una generalización que englobe injustamente a todos los catalanes. En esa labor muchos medios hacen una contribución impagable, dando difusión a hechos que, por muy ofensivos que pudieran resultar, no dejan de ser hechos producidos en lugares concretos y movidos por un interés concreto. Si Vic se declara municipio libre y soberano es insultante para un FDLM españolista, el cual no se para a pensar que tal declaración tiene el mismo valor que quemar una bandera o declarar el amor por los animales de granja: aparte del simbolismo del acto, poco más. Si Berga declara al rey 'persona non grata', teniendo en cuenta lo complicado que resulta de imaginar al rey visitando el pueblo alguna vez, es fácil entender que la declaración no es sino una mera y soberana tontería. Pero el fanático, a raíz del falso agravio hispanófobo, aspira a boicotear a toda empresa de Vic o Berga que conozca o averigüe, y no será para devolver al redil a los desnortados, sino una frustración mal contenida que aspira a imponer un castigo. Y pocos hombres libres, leales y orgullosos lo son por haber sido castigados.
Los fanáticos miran alrededor y envidian otros países por meros clichés o prejuicios interesados. De Francia rabian su centralismo rampante como si allí no hubieran sufrido el terrorismo corso, el bretón o como si el bilingüismo no existiera en ninguna parte. De USA suspiran por la admiración que una ínfima porción de yankees sienten por su ejército, pero callan como meretrices del ambiente opresivo que se vive cuando se intenta hablar del 11-S, de Jesucristo o del Dios bendiga a América. De UK su monarquismo, discutido varias veces por los pocos que aún se preocupan por el destino de los Windsor. Y así con cualquier país que tenga o parezca tener algo que nosotros querríamos. Claman por la vuelta a un remedo de estado absoluto donde un solo poder fagocite otros menores, ineficientes y desfasados. Como si eso mismo no fuera esperable en la Unión Europea a la que nos encaminamos a paso de tortuga, si es que llega a consumarse alguna vez.
Otros fanáticos, en cambio, ven la situación imparable y abocada a un final conocible y esperable, y no tienen ganas de esperar. "Pues que se vayan de una vez" es la consigna, y que lo hagan en las condiciones más duras y extremas posibles.

Porque así es la España fanática. Orgullo y prez. De los suyos.

18 septiembre 2012

Amor a la ibera

En los últimos siete días la política ha vuelto de las vacaciones con rabia. Demasiada, incluso, para los tiempos que corren. Hace siete días la Generalitat cruzó el Rubicón (LOGSE: un arroyo facha) y se lanzó en brazos del abierto independentismo. Por fin. Ha costado, pero al fin hemos conseguido entre todos que cayeran las caretas.
El 11 de septiembre dicen que dos millones de catalanes marcharon sobre Barcelona pidiendo un "nuevo Estado de Europa". Como si Durao Barroso no hubiera alertado que no existe precedente de secesión en un estado miembro y que Catalunya, hecha la independencia, estaría fuera de la Unión. Como si esta advertencia no fuera luego confirmada por el Comisionado de turno, el mismo día de la manifestación. Pero como quien oye llover, damas y caballeros. Porque a los catalanes últimamente les ha dado por no querer oír nada que no sean cosas bonitas.
No quieren oír que están arruinados y en quiebra. No, si no es para que les digan que todo es culpa de Madrid, que les roba y les expolia. Pero que no se ofendan los madrileños, ¿eh? Que 'Madrit' es una alegoría, una metáfora, un símbolo que viene muy bien cuando no queremos hacernos responsables. Lo mismo que llamar ladrones y expoliadores. Que tampoco es un insulto, es sólo una forma de llevarme el agua a mi molino sin tener que dar explicaciones.
No quieren oír que necesitan un rescate y que, normalmente, ese tipo de cosas suelen llevar consecuencias como que quien presta quiere saber en qué se gasta. Está mal, sí, porque invades libertad de movimiento. Pero por otra parte si no tienes más alternativa que pedir dinero al mismo Estado del que te quieres separar y al que no paras de menospreciar en cuanto tienes ocasión, la protesta queda como muy de boca pequeña.
Porque no, tampoco quieren oír que ellos, que se quejan tanto de lo poco que les quieren o respetan, son los primerísimos en no querer ni respetar. Apartar banderas de fotos oficiales, quemar fotos del rey o silbar himnos en finales deportivas son faltas de respeto que ofende a mucha gente, pero ellos no ven ofensa en ello. No pueden oírles, señores, porque están demasiado ocupados gritando '¡no nos quieren ni respetan!'.
¿De verdad no se han parado a pensar en ello?
Es como todos aquellos que, preguntados, decían que no iban a la manifestación independentista "en contra de nadie, y mucho menos de España". No son antiespañoles, dicen. Pero basta con rascar un poco para darnos cuenta que es imposible mayor antiespañolidad. Imaginando la España opuesta (una república federal) se me hace muy difícil imaginarles manifestándose, más bien serían de esos que ahora llaman 'fachas'. Ergo sí es antiespañola, anti-esta-España. Pero si ni siquiera admiten lo más obvio, no esperemos llegar más allá de la superficie histriónica y cargada de contradicciones.

Porque el independentismo catalán ha llegado a tal punto de contradicción y excepcionalidad en sus propias premisas que ha desarrollado una serie de respuestas igualmente extrañas.
Verán, es que Cataluña es en sí misma una contradicción excepcional. Crisis aparte, vive muy bien en España y las conexiones son tantas y tan fuertes que ni siquiera los más acérrimos supremacistas encuentran la forma de que el discurso dominante rompa todas las cadenas.
Así, nos encontramos con boutades (LOGSE: gilipolleces) como que el FC Barcelona seguiría jugando la Liga ('de la Península Ibérica', dijo el vice culé con tal de no decir Española), porque es imposible imaginar una competición de fútbol sin al menos un par de Clásicos al año, porque una institución como el Barça no sobreviviría en una liga menor como sería la catalana.
O que la independencia no tiene por qué llegar mañana, hombre, no me meta prisa. Que ya decidiré yo cuándo me viene bien mientras intento arramblar con todo lo que puedo delante de tus narices. Ya se habla de unos treinta años de proceso. Demasiada agonía para tan poca muerte, si no es más bien un plazo pensado para cambiar tendencias: treinta años es exactamente el tiempo que necesita un independentismo para abandonar el independentismo.
Pero mi perla favorita, por encima de cualquier otra parida imaginable, es esa que hace que muchos catalanes crean que su voto vale (o debería valer) más que el mío. Cuando aúnan el primordialismo de creerse nacionalidad histórica con la convicción supremacista de que sólo ellos pueden y deben ser diferentes. Y lo creen genuinamente. Y aún así no admitirían jamás ningún tipo de problema racista y se enfadarían con que el sugiriera semejante barbaridad llamándole anticatalán (racista). Porque se han acostumbrado a acusar a todo el que le critica de los mismos delitos que cometen, por si pueden desviar la culpa. Funcionó durante treinta años y acomplejó a tantos librepensadores que no querían ser tildados de franquistas que buena parte del lío que tenemos ahora con el tema se debe a aquella impagable maniobra.

Y si sólo fuera eso. Deberían escucharles cuando imaginan su Catalunya triomfant volando libre. Es poco menos que la Arcadia y Utopía unidos en un Edén. Todo perfecto y maravilloso. De repente no existe un sólo problema allí donde antes sólo los había. De repente un nacionalismo periférico en un territorio extranjero deja de ser un problema porque ninguno de los que hoy se consideran españoles en Catalunya se sentirán extraños y reclamarán que se respete su identidad. [¿Se han detenido a pensar en la ironía que supondrá en su momento que haya nacionalistas españoles condicionando el Parlament de Catalunya?]
De repente no habrá problemas de dinero y Catalunya sería como Suecia o Dinamarca. ¿Se imaginan? Sociedades liberales, progresistas, bicicletas por todas partes, Ingmar Bergman, Copenhage. Y eso será posible porque en la Catalunya triomfant no tendrían que montar ninguna nueva Seguridad Social ni armar ningún ejército ni abrir embajadas en todos los países del mundo. Porque serían parte de la OTAN. Porque ya desde el inicio serían miembros de pleno derecho de la Unión Europea. Porque nadie con dos dedos de frente se imaginaría que Catalunya no fuera admitida y querida a cualquier precio en cualquier sitio y porque sí, incluso rompiendo las normas sólo para ellos. ¿Pero es que nadie se ha dado cuenta todavía?
Porque se trata de eso: necesitan pensar que, como pueblo, se merecen todas las excepciones posibles. Que hasta tal punto son diferentes a España. Y, al mismo tiempo, que el resto del mundo rechaza a España con la misma intensidad que lo hacen los catalanes y que, por ese mismo motivo, les darán todo lo que piden. Para hacer rabiar a los fachas, esos mismos que tanto querrían que les quieran.
Que es, en el fondo de los fondos, la verdadera razón de todo este chiringuito.
Las jodidas Dos Españas.
.
Vuelvo a incidir: el independentismo catalán en una república federal sería residual. Los que hoy se sienten incómodos defendiendo la idea de España serían los más patriotas. Pero como toda polaridad invertida, tendría la misma cantidad exacta de enemigos que tiene ahora, sólo que los fachas serían otros.
Y a las pruebas me remito: conforme aumenta el independentismo y las muestras de independentismo en Catalunya, lo hace también en el resto de España. Y como suele pasar con estas cosas, la respuesta no es sino la pataleta del novio despechado que acaba de darse cuenta de que su novia no le quiere como él querría que le quisiera.

Mucho españolista piensa o está dispuesto a creer que un argumento invalidado deja de servir como argumento. Veo esto con mayor énfasis cuando ese argumento se basa en la Historia. Imparten improvisadas clases en las que copian y pegan fechas y hechos que desmienten, para el que lo crea, que Catalunya alguna vez fue independiente. Como si el primordialismo (LOGSE: inventarse la Historia para que encaje con mi idea) no tuviera un sentido y un demostrado éxito. Como si bastara copypastear para borrar treinta años de educación adoctrinadora.
Otros andan por el camino del mezquino revanchismo, y la verdad es que esos me dan más pena que ningún otro. 'Les boicoteamos y ya verás cómo entonces vienen diciendo lo españoles que son', o 'que se independicen ya, que ya verás lo mal que les va a ir y pedirán volver'. Pocas veces se ha visto con tan claridad un 'por favor, quiéreme'.
Por no hablar de los que se preguntan por qué los sables no rugen con más fuerza. Esos son, indiscutiblemente, la misma clase de personajes que asegurarían que 'la maté porque era mía'. Pero no se crean que esa tara es exclusiva del facherío, me refiero al rojigualda, me refiero al que le gustan sus toros pero no el de los otros, me refiero al que tiene un clero nacionalista, me refiero... recuerdo que un tipo se suicidó en pleno monte porque no podía soportar que Catalunya aún no fuera independiente.

La gente está confusa. No comprende qué ocurre y, sobre todo, se siente impotente ante la idea de que las cosas no salgan como las imagina en su cabeza. Se ponen a divagar y soñar con toda clase de eventualidades (calamitosas o no) que desemboquen en el resultado que ellos quieren. Se olvidan de realidades y de la tozudez de los hechos para ceñirse a sus deseos. Los unos piensan que será independizarse y ser ricos. Los otros creen que será separarse y que los otros sean pobres de solemnidad por siglos. Y entrambos toda clase de ladridos, que no pasan a mayores porque los catalanes no tienen ejército.
Cómo nos queremos. A la ibera, pero esto es quererse.

11 junio 2012

100.000 millones de truenos

La parvada de la semana viene aderezada con 100.000 millones de euros y esa extraña picazón de tener algo metido en el culo sin saber si podrás sacarlo.
Porque sí, damas y caballeros, al final lo que tuvo que pasar pasó y fuese y no hubo nada. Ni algaradas en las calles ni llanto y rechinar de dientes: jugaba España, jugaba Nadal y corría Alonso. Casi nada.
 Pero tampoco es cosa de hacerse mucha sangre. Siempre he pensado que los que ven en el fútbol un opio del pueblo sólo son frustrados que no cogieron en el Real Madrid a su debido tiempo. Lo que me pita hoy los oídos son esas 100.000 millones de razones para creer que nos han vuelto a engañar.

No, verán, no es que piense que esa intervención sea maliciosa. A fin de cuentas sólo habrá que devolver 103.000 millones dentro de 30 años: es lo que viene siendo un chollo razonable. Lo que me inflama un testículo es para quiénes van, íntegros, todos esos miles de millones que son muchos y qué pasará luego con ellos. ¿Quieren saber qué pasará luego? No, no quieren. Pero se lo contaré igual.

Pasará que recibirán esa pasta, la usarán para tapar los agujeros siderales que tienen y harán como si no hubiera pasado nada. Mientras tanto, el Gobierno nos subirá los impuestos todo lo posible para reunir 103.000 millones en treinta años, recortará de donde se pueda recortar sin tocar lo que hay que tocar (¿17 autonomías? ¿En serio?) y todos lo pasaremos un poquito mal. ¿Todos?

Por estas fechas cada año los bancos suelen presentar sus resultados anuales. Beneficios récord habituales salvo estos últimos años de crujir de huesos, pelillos a la mar (100.000 millones para ser exactos) porque a partir de ahora presentarán otra vez beneficios récord año a año.
_Bueno, pero esos beneficios irán para pagar la deuda acumulada, ¿no? Es decir, esos 103.000 millones que parecen poca cosa cuando lo dices en voz alta.
¿Verdad que sería hermoso? ¿Verdad que parecería lo justo? Pues tomémonos una tila gorda porque no será así. Todos esos jugosos beneficios milmillonarios son para pagar los bonuses y los dividendos y las prebendas y lo que ronde la morena que no haya rondado aún. Ni un pavo para esa deuda que pidieron deprisa y corriendo porque "no se puede dejar caer a la banca". ¿Alguien sabe con certeza por qué no se puede dejar caer al gordo seboso del banco?

Átense esos machos, que vienen fuertes
De acuerdo, suprimamos del discurso la demagogia de saldo y el populismo de tasca. Hemos encadenado dos gobiernos inútiles, que prometieron mucho e hicieron más bien lo contrario, que dan la constante sensación de ir detrás de algo o alguien que les mueve a su antojo. Uno era abogado y el otro registrador de la propiedad. Ambos más inútiles que el fontanero Guerra, perfiles provincianos que morirían antes de decir las verdades de Agamenón o su porquero: que estábamos jodidos y lo seguiremos estando. Y encima pagan muchos miles a asesores de comunicación. Viva y bravo.

Y puesto que renunciamos a la demagogia, también debemos entender que el sistema financiero se ha convertido en la espina dorsal del mundo. No me miren así, lo decidimos entre todos cuando oímos las palabras 'crecimiento exponencial' y 'dividendo' y 'especulación' y permitimos que:
a. El sistema financiero pagara a los partidos políticos para hacer sus campañas
b. Los partidos políticos metieran a políticos en el sistema financiero
c. El sistema financiero, además, puede jugar con otros sistemas financieros a ver quién la tiene más gorda (y apuestan en contra)
d. Y, además, dan dinero.
¿Cómo dejar caer a un amigo, a un hermano? ¿De qué modo nos permitiríamos volver al siglo XIX o, peor aún, al XVIII, con lo polvorientas que son las pelucas y lo antihigiénico que es el rapé? Porque esa es la tuerta realidad, mesdames et messieurs: sin sistema financiero volvemos a la esclavitud, las colonias y el imperialismo racista. ¿Ah, que no? Pues lo parece a juzgar por el pánico que sienten algunos cuando las cosas parecen torcerse un poco
Pero es que es todavía más cruel: de caer el sistema financiero volveríamos al siglo V. El quinto Antes de Cristo.

Permítanme un pequeño juego de política-ficción para explicarme: supongamos que mañana sale Draghi (LOGSE: el tipo que manda en la fábrica de pasta de Uropa) y dice eso de "el sistema financiero europeo ha caído. Entre todos lo mataron y él solito se murió". Pasarían estas cosas:
Eins. El sistema financiero asiático se derrumba. India e Indonesia, muy dependientes de las exportaciones e importaciones, se ven sin (más) dinero y entran en barrena, lo que además añade salsa curry picante de cojones en Cachemira y Bangladés, por no mencionar las tensiones nacionalistas en Sumatra. Guerras uno y dos fuera.
Zwei.. El sistema financiero japonés se hace seppuku y muere con honor. Con él se marcha el surcoreano, que no puede él solito con todo. Euforia en "los mercados" árabes y norteamericanos que, oliéndose la tostada, habían apostado en contra de Japón. Corea del Norte invade Seúl, apoyado por China. Guerra Tres released.
Drei. El sistema financiero norteamericano se gripa, mucho. No hay dinero para pagar esos pluses de inversores más pendientes de porcentajes para sí mismos que de humanidad para los demás (esto es realismo, no populismo). Y no lo hay porque para eso deberían existir sistemas financieros en, al menos, Europa o Asia. Y China tiene muchas cosas y muy baratas, pero no billetes suficientes y aparte está en guerra con USA por lo de Corea II. Guerra Tres acaba siendo Guerra Mundial Tres.
Vier. Los árabes, que tienen mucho petróleo y pocos gastos, son los únicos que tienen pasta. Pero como ya eran dueños de medio mundo no les sabe demasiado a gloria comprarse el otro medio. El único problema para ellos es que hay un fünf muy feo y con siete brazos.
Fünf. Israel les declara la guerra a todos ellos. Otra vez. Con el ambiente que se respira, para ellos no hay nada más apetecible que quedarse con todos los países productores de petróleo de los alrededores, que son unos cuántos (países y productores). Guerras Cuatro, Cinco y Seis a la espera.
Sechs. Esto es seis en alemán y se pronuncia sex.
Sieben. Europa regresa a sus orígenes: los estados nacionales han fallado. Los primeros intentos por declarar independencias regionales fracasan con la promulgación de las ciudades-estado, mucho más sostenibles por requerir muchos menos gastos, pero la amalgama entre unos y otros promete un caos divertido y estimulante para matarnos unos a otros con saña y mala baba. Jumilla vuelve a ser nación.

¿Cómo, que les suena demasiado utópico y tremendista? Deberían consultar por qué empezó la Primera Guerra Mundial. Y la Segunda. O cómo se formaron los estados actuales. O comprobar que la Ley del Péndulo es inexorable y el gobierno mundial (la aspiración de las élites pensantes y mercantes) cada vez pinta más raro: ese era un extremo del péndulo y llevamos un siglo yendo hacia él, pero la inercia se agota y tira hacia el lado contrario.
¿Qué ven más probable, queridos? ¿Un gobierno único en Pekín? ¿O que cada perro acaba lamiéndose su cipote como buenamente pueda?
_¡Impensable, impensable!
Entonces la solución pasa por no dejar caer a la banca. Y por eso los 100.000 millones para la banca que nadie tiene que devolver.

Mucho menos, la banca.

04 junio 2012

Otra verdad tuerta

Se le atribuye a Julio César (LOGSE: un romano bisexual que odiaba a los franceses) haber repudiado a su mujer Pompeya por no parecer honesta, aún siéndolo. Si Julio César viviera hoy en día sería un político norteamericano, para quien la apariencia es más importante que la experiencia, o sería un moderno daimyō japonés capaz de dejarse las tripas colgando por llegar tarde a una cita. No lo sabremos.
Lo que sí sabemos es que César sí dijo que los españoles vivimos bien bebiendo. Y también que, de vivir J.C. hoy en día, no sería español. Ni miajita.
Porque en el país de los 500.000 políticos, el tuerto brilla por su ausencia si no es para contarnos lo que queremos oír. Como que hay 500.000 políticos en España. Ya nos gustaría a nosotros que hubiera tantos a los que maldecir: no se tardaría en montar cadalsos en cada esquina. Pero no los hay. Aunque a veces lo parezca.
La verdad tuerta es que quisimos ver a medio millón de aprovechados viviendo a nuestra costa, un número tan inflado y grotesco que justificara la deuda, la crisis, la aparentemente imposible solución del problema de golpe y, desde luego, una bonita revolución. La otra verdad, la buena, arroja una cifra que sigue siendo escandalosa, pero no llama tanto la atención. No diré el número para no sonrojar. Pero tiene 6 cifras.

Otra torticería son las reformas y ajustes. Verán, damas y caballeros, el lenguaje es poderoso. Las palabras significan cosas. Expresan una representación mental a través de sonidos comprensibles, cuando puedes comprenderlos.

Una reforma es arreglar algo que ya existe, normalmente para mejorarlo. Las reformas políticas son otra cosa: es poner lo que interesa en la coyuntura del momento y que sea otro en el futuro el que se encargue de arreglarlo si es que le interesa. Probablemente, uno del mismo partido cuando se acerquen las elecciones. Ahora toca decir que el IVA que soportamos es uno de los más bajos de Europa y que eso no puede ser.
Y es que eso no puede ser porque no hay dinero. Porque durante años nuestros mandamases nos amorcillaron con paletadas de billetes en forma de aeropuertos provinciales, centros culturales en cada pueblo y todos los kilómetros de carretera o vía que pudieran soñar. Aquello nos salía ya caro, pero es que además por el camino había muchos controles para aligerar el bolsillo: que si ahora los costes de construcción se duplican, triplican o cuadruplican sin venir a cuento, que si es que la licencia no la van a dar si al alcalde no le pagan un viaje al Caribe o que si el Ministro quiere moverse en helicóptero y no hay quién le quite la ilusión al pobre, o que mi sobrino copió tres páginas de internet y eso podría valer como informe, a millón la hoja.
Un día unos ninjas reventaron la alegre diversión de vivir del crédito y todos esos castillos en el aire cayeron al mismo tiempo. Todos se pillaron las manos con el fondo vacío de la caja. Pero ninguno tendría los huevos de admitir que se pasó con los presupuestos. No, damas y caballeros, aquí la vergüenza torera se lleva hasta la tumba.
Pero tampoco los iba a tener para cargar con el peso del muerto que él mismo liquidó. ¿Para qué, habiendo otros que puedan llevarse la peor parte? Así que nada de bajarse sueldos estratosféricos y completamente alejados de la realidad, nada de suprimir pensiones vitalicias del 100% por haberse pasado a veces por el Congreso a votar lo que te dicen desde arriba que tenías que votar (¡hijos de la gran fruta, que ni siquiera ibais a trabajar!), nada de exigirse más a ellos mismos a unos estándares más acordes con lo que cabría esperarse de ellos. Ni hablar: aquí no dimite nadie y ni pensemos lo de quitarnos privilegios, con lo que cuesta mezclarse de nuevo con la chusma. Así que seguiremos teniendo 17 autonosuyas con sus 17 parlamentos y sus 17 de todo para gastar 17 veces más. Y 52 diputaciones provinciales, y 26 canales de televisión autonómicos, y miles y miles de empresas públicas donde colocar a los más inútiles y ocupar edificios públicos para que nadie pueda quedárselos, que eso de regalar palacios sólo está bien para gente como la SGAE. Pero luego es a usted al que le piden que pague. Y paga. Y calla. Porque su verdad tuerta le impide ver más allá de lo que el peso de la responsabilidad le permite: que le están tomando el pelo.

Un ajuste es calibrar algo medible hasta hacerlo funcionar como debe. Calibrar implica movimientos precisos. Precisión es algo de lo que adolece cualquier político español. Otra verdad tuerta, queridos: nadie se dedica a la política pudiendo dedicarse a cosas mejores. ¿Idealismo? De talonario. ¿Ideología? De alquiler. ¿Democracia? Cerrada y atrancada con triple cerrojo. Así cualquiera se afilia al partido que tenga más cerca de casa, que sólo los que han echado de todas partes acaban allí. ¿Los mejores? No me hagan llorar, se lo suplico, que esta página se llama El Sinarquista y el sinarquismo no es sino el gobierno de los mejores. En los últimos diez años, ¿conocen a algún ministro que fuera considerado el mejor en lo suyo? En los últimos veinte, ¿conocen a algún presidente famoso por sus capacidades contrastadas de saber gobernar un país entero? ¿Que hablara inglés al menos? En los últimos doscientos años, ¿hemos dejado de tener caciques?
Ellos nos hablan con pavor y terror y rechino de dientes de la intervención de una troika formada por cuadriculados alemanes. Nos advierten de lo difíciles que se nos pondrían las cosas si ellos llegaran a hacerse con el control del gobierno.
Si el fin último de todo gobierno es la eficaz administración a fin de obtener el mayor provecho económico y rentabilidad social, ¿por qué no dejar que sean los alemanes quienes lo hagan? Han demostrado que saben hacerlo.
Porque la verdad es tuerta: sólo vemos aquello que queremos ver. La gran mayoría de los cargos públicos no tienen nada mejor que hacer que sentarse en sus poltronas y ver pasar el tiempo a través de la ventana. Si llegan los alemanes con las escobas, se acabó el chollo y a pedir al metro o al amigo que le debe favores.
Y entonces tirarán de agenda y cobrarán favores, y las noticias bullirán sobre lo terrible que resulta disolver autonomías infladas a golpe de aldeanismo, del golpe definitivo a la convivencia milenaria por un invento de hace 30 años. Porque, ¿recuerdan los libros de historia? Ya nos soportábamos hace cien años sin autonomías. Y hace doscientos. Y hace mil años, cuando los visigodos. Y hace dos mil, cuando Julio César.
Pero somos tuertos, damas y caballeros. No queremos ver nada que no encaje con nuestras ideas preconcebidas y tenemos preconcebido que no tener autonomías es ser un dictador enano y con bigote que habla con acento de Ferrol. Y tenemos preconcebido que los manchegos dejarán de ser manchegos y los catalanes dejarán de ser catalanes porque sin autonomías no somos nada. Que, en todo caso, nuestras ideas preconcebidas prefieren que nos liemos todos a tiros o acabemos siendo 17 países jugando una liga internacional de fútbol. Y olvidémonos de ganar otro Mundial.

Si total, siempre gana Alemania.

25 mayo 2012

Una verdad tuerta

El mundillo ideológico es fascinante. Observarlo, si quieren con cara de circunstancias, podría ser revelador para los muchos opinadores que vuelcan sus frustraciones a través de la política. Verán, les contaré de qué va esa fascinación.
Piensen en un tipo normal, como usted o yo (si es que puede imaginarme como a alguien normal). Definamos esa normalidad tal y como debemos entenderla para este propósito: usted no cobra de un partido político de ninguna de las maneras imaginables. No está bajo su manto protector pero, por el mismo motivo, tampoco se ve obligado a darle la razón si no la tiene o a trabajar para que la tenga. Ahora imagínese que tiene delante a otro tipo normal, como usted y yo, que piensa de una manera muy diferente a como pensamos usted o yo. Para hacerlo más contrastable, imaginémosle filoetarra.
Pero el juego tiene truco, por supuesto: usted no sabe que esa persona piensa de un modo fascistoide. No la primera vez, al menos. En esa ocasión tiene la oportunidad de verle y oírle. Nada en él sugiere compromiso activo y militante. Es simplemente una persona normal. Quizá más adelante, cuando la confianza de los vinos se hace presente, le confiese que mató a alguien una vez hace mucho a cuenta de no sé qué opresión colonizadora. Pero no ahora, ahora mismo es sólo otro tipo más del montón con el que se cruza en su vida. Usted no sabe nada de su opinión sobre algo relacionado con presos de un tal Euskal Herría o la internacionalización de un conflicto. Usted está mirando a un tipo que se toma una caña en una barra de bar y que cuenta buenos chistes, que quizá hable un poco a gritos pero nada que no sea especialmente grave. Su intuición, esa que aún no conoce del todo a quien tiene delante, le dice que ese tipo le cae bien.
Y ahora piensen en Esperanza Aguirre. Bum.

Ni usted ni yo conocemos a Esperanza Aguirre. La llamamos Espe, pero no sabemos si la llaman así en casa. Espe no nos cae bien porque piensa de un modo que no es el nuestro. O quizá sí nos cae bien. O quizá nos cae a medias según lo que diga.
Ahora pensemos en Santiago Espot. Santiago Espot no es un tipo conocido pero se hace querer, el buen hombre. Santiago Espot es catalán, de la parte más agreste de la montaña leridana. Santiago Espot es independentista. Santiago Espot es tan independentista que presume de haber denunciado a 3.000 comercios en un mes por no tener su rótulo escrito en catalán. Santiago Espot es tan independentista militante que es el que ha organizado la pitada contra el himno en la final de la Copa del Rey.
Tampoco conocemos a Santiago Espot.

Esperanza Aguirre y Santiago Espot tampoco se conocen entre sí. No sabemos si se caerían bien. Pero entre los dos han montado el mayor espectáculo de humo y espejos de estas últimas semanas en un cocido lento y espeso. Política pura y dura al servicio de la Gran Broma de nuevo. Les necesitamos.

A vueltas con el himno
La cronología de los hechos, uno a uno, resalta la tozudez de la realidad de tal manera que no es necesario andar con muchos comentarios. Atención a las fechas:
7 y 8 de febrero de 2012: El Barcelona y el Athletic se clasifican para la final de la Copa del Rey tras eliminar al Valencia y al Mirandés, respectivamente.
13 de febrero: ambos clubes piden a la Federación Española de Fútbol que la final se juegue en el Santiago Bernabéu. Se esgrimen motivos de capacidad y neutralidad nada desdeñables: en el Bernabéu caben 80.000 personas y la distancia de Madrid entre Barcelona y Bilbao es pareja. No se añaden otros motivos más sentimentales pero las sensaciones apuntan a que las hay. Como mínimo, en Madrid.
14 de febrero: Florentino Pérez aduce obras programadas para el final de temporada para "rechazar" la opción. Dirigentes del Barça y el Bilbao dicen que qué faena, con las ganas que tenían. Un político del PP vasco incluso pide en Moncloa que el Bernabéu acoja la final. La política empieza a meterse de por medio desde el lugar más insospechado. Insisto: son hechos.
2 de marzo: reuniones para decidir día y lugar para la final. Barcelona quiere Madrid sea como sea. Bilbao se inclina por Sevilla. ¿Sevilla? Sevilla.
6 de marzo: Tras varias reuniones, la Federación escoge el 25 de mayo como día de la final y el Vicente Calderón, en Madrid, como sede.
14 de marzo: Santiago Espot, presidente de la plataforma independentista Catalunya Acció, en una tertulia radiofónica de PuntoRadio, anuncia la organización de una acción independentista en Madrid y la proposición de silbar el himno español. Esait, plataforma pro selecciones deportivas vascas, se suma a la idea. Recuerden esta fecha. Estamos aún en marzo, dos meses antes de la celebración de la final.
15 de abril: semana horribilis para la monarquía que culmina con la foto del Rey con el elefante que acaba de matar en Botswana, viaje en el que se cisca la cadera. Tres días después tiene que salir a pedir disculpas. Esto es importante, como se verá luego.
6 de mayo: Rodrigo Rato dimite como presidente de Bankia.También será importante.
18 de mayo: Amaiur, ERC y BNG presentan en el Congreso una acción pro selecciones propias programada para la semana de la final.

Queda una semana para el día de la final. Lejos quedan ya las proclamas identitarias de Espot, el Madrid ganó la Liga y tanto éste como el Barcelona se quedan sin la final de Champions. Pero el ruido zumba por otros temas más acuciantes: la crisis se agudiza, Moody's baja a Cataluña y Murcia al rango de bono basura (LOGSE: no devuelven ni la hora, mejor no dejarles ni el mechero) y en el País Vasco se debate dar la opción de votar en las autonómicas a los de la Diáspora (LOGSE: unos judíos que se fueron hace mucho a todas partes y ninguno se quedó en casa, en este caso aplicado a los que preferían no tener un etarra detrás) y el bipartito social-popular se ha roto, pidiéndose elecciones anticipadas. En Madrid, la nacionalización de Bankia y el desastre generalizado que ha sido meter a viejos elefantes de la política en las cajas pasa factura. Bancos y políticos son la diana más jugosa.

21 de mayo: La foto de los parlamentarios reclamando selecciones propias. En el acto, se pide que la final de la Copa del Rey sea una acto reivindicativo. Pacífico, por supuesto. En Madrid, pero pacífico. Faltaría más. Pero sin politizaciones, ¿eh? Que es fútbol. Bueno, un poco de politización. Pero sólo un poco, la puntita nada más.
22 de mayo, 9am: El incidente de Espe. Pánico. Absoluto.
22 de mayo, entre las 10 y las 12am: El programa El Món a RAC1, emisora de Barcelona, llama a varios políticos. Montse Surroca (CiU) ya pensaba que era una noticia de El Mundo, por esperable. No sabe nada de que se haya organizado una pitada. Aitor Esteban (PNV) piensa en libertad de expresión y maniobras de distracción de la lideresa por lo de Bankia. Alfred Bosch (ERC) se sorprende y comenta que Espe es una "pirómana". También niega que nadie, y mucho menos Santiago Espot (que en realidad son los padres), organizara una pitada al himno. Añade que "queremos jugar y que nuestra selección esté representada". Creyendo que se pedía el cierre preventivo del estadio y la suspensión del partido porque sí, la toma por loca. No la escuchó decir lo que dijo ni falta que hacía. Xavier Mikel Errekondo (Amaiur) también se quedó flipando. Tampoco sabe nada de silbidos al himno, tan sólo pedía "el reconocimiento de las selecciones propias a la misma altura de competición que España" y que "los seguidores vascos y catalanes animaran esta reivindicación llevando senyeras e ikurriñas" en el estadio el día de la final. Pero no entiende, dice, por qué Espe se mete a politizar un partido de fútbol. Es decir, por qué no les dejan politizar a ellos solitos.
22 de mayo, poco después: de nuevo Alfred Bosch, en el Congreso de los Diputados, pregunta al Ministro del Interior si no tomará medidas contra la "ultrasur number one" y "hooligan" y sugiere, como dice la canción, que "Madrid se va a quemar, se quema Madrid". Pero él no es forofo, ¿eh? Es sólo una cancioncilla que cantan los del Barça. A veces. Cuando gana. En Madrid.
22 de mayo, por la tarde: Durán Lleida (CiU), Pere Navarro (PSC), Idoia Mendia (PSE) critican a Aguirre, recuerdan el derecho a expresarse libremente y piden que no se politice el partido. A estas alturas. En serio.
22 de mayo, todo el día: Tanta repercusión genera Espe que en el PP se ponen de perfil y dicen que no la conocen ni saben quién es.
22 de mayo, en algún momento: Santiago Espot de nuevo compara a Espe con Primo de Rivera (LOGSE: dictador malérrimo antes incluso que Franco) y piensa que la pitada al himno será aún mayor de lo que esperaba, gracias a ella. Pero nadie dijo nada de pitarlo, recuerden.
22 de mayo, a eso de las 13h: Gerard Piqué, jugador del FC Barcelona, opina.
22 de mayo, a la hora de la siesta: Sandro Rosell, presidente del FC Barcelona, pide libertad de expresión. Para los barcelonistas. Para algunos de los barcelonistas.
23 de mayo, desayunando: La prensa es un hervidero. Los partidarios por un lado y los detractores por otro. Ninguno se deja las palabras de Espe y las reacciones suscitadas aunque, obviamente, resaltan más las del contrario.
Esto ocurre tres días antes de la final. Tres días pueden dar para mucho y es notorio, por lo que:
24 de mayo: Iñigo Urkullu, presidente del PNV, quiere mantener la llama encendida mientras pueda. Lo que dice es del todo irrelevante.
24 de mayo: Espe dice que se raja y no asistirá a la final. Patxi López, presidente del País Vasco, le manda una carta pidiéndola que retire sus palabras, que nadie ha dicho nada de ir a Madrid a liarla y que sea buena. Aguirre manda su respuesta en apenas un suspiro: dice "tururú".
Como prólogo a veintisiete segundos que durará el himno no está nada mal.

El análisis sucinto, hasta aquí. Espe cae mal si no vives en Madrid y peor si vives en Madrid. A varios de los políticos independentistas les pillaron con el carrito de la pitada y negaron la mayor, no vaya a ser que les acusen de antiespañoles. Con lo divertido que fue Valencia '09. De la sensación de alegría y rechifla por pasar un día más por el aro reivindicativo pasan a estar todos aterrorizados con la idea de no ver el partido en el palco, con la de entradas que habían regalado a compromisos. Esa fue la sensación que provocó tanta respuesta apresurada y furibunda: pavor. Horror a que se tomara por lo drástico el vandalismo de unos pocos (a los que nadie había intentado reconvenir). Terror a imaginar que las pequeñas tonterías que organizan de cuándo en cuándo para hacer rabiar al resto se agrandaran hasta tener que hacerse responsables de ellas de una vez por todas. Así que tiraron de victimismo, su mejor baza, y estiraron el cinismo y la hipocresía hasta el chiste: "Deja la politización a los que saben, chata".

Porque la verdad, damas y caballeros, es tuerta. Es invisible si nos apetece y bien visible otras veces. Así, hasta Segurola (en Italia, eso sí, aquí no se ha atrevido) puede decir que la única culpable de que la final se haya podrido es culpa de Espe y de nadie más. Porque recuerden, la verdad es siempre la que queremos que sea y no la que realmente es. Así, podemos decir tranquilamente que Santiago Espot no es nadie. Que no existe ni representa a nadie. Que sus proclamas y sus ínfulas de patriota provinciano no llegan más lejos que su empeño en proyectar una sombra alargada y gris. Que todos los que se presentan con ikurriñas y senyeras no lo hacen al calor de las peticiones de los políticos de la cosa sino por pura espontaneidad sana y apolítica. Que lo ocurrido el día antes en las puertas del Congreso no fue nada más que parte de un guión previsible y anodino, producto de una mala interpretación de lo que significa ser coherente y honesto con uno mismo. Que pitarán cuatro gatos porque así se espera que sea. Que nada de todo eso es politización porque, a fin de cuentas, ninguno es Esperanza Aguirre.
Y, al mismo tiempo, podemos estirar al máximo unas declaraciones e inventarnos lo que no se dijo para acomodar lo que hubiéramos querido que se dijera. Y remarcar, cuantas veces haga falta, que sólo ella ha politizado la final y nadie más.
La verdad es que Espe se ha lucido. La verdad es que le ha venido bien la palabrería para darse un respiro de tres días a cuenta del escándalo bankiano. Pero la verdad también es que dijo lo que dijo y nada más. No me cae bien la señora Aguirre. Pero dijo su verdad.

Y el partido sin jugar.

16 mayo 2012

Profecia autocumplida

Se dice que una profecía (LOGSE: decir algo que va a pasar más tarde) basada en fundamentos realistas puede llevar a un cambio de actitud que termine por convertir en realidad lo que hasta entonces sólo fue teoría, desembocando en el cumplimiento de la profecía.

A Aquiles le profetizan que si va a la guerra de Troya no verá crecer a su hijo pero será recordado por generaciones. Algo así como decir "chato, si vas y lo das todo serás el amo pero morirás allí". Y guerreó, claro. Y fue el amo, claro. Y murió, claro. Pero no murió porque una profecía lo había impuesto. Murió porque estaba el primero en todas las batallas, quería matar a los peces más gordos y desafió a todo el que se le puso tonto. Quizá conocer esa profecía por su propia madre influyó algo en su ánimo.

Paul Krugman, nóbel de Economía en 2008, profetiza que Grecia saldrá del euro y que España será un corralito a la argentina, y eso sólo para empezar. Al margen de su verdadera capacidad para hacer esta clase de pronósticos, suponemos (debemos suponer) que Krugman es un hombre influyente. Que algunos le hacen caso o al menos se paran a pensar si no tendrá razón el hombre. No sería mucho de extrañar que esos mismos que le hacen caso se pongan manos a la obra y saquen las zarpas de España o, los más, apuesten directamente en su contra.
Inciso: porque sí, damas y caballeros, en el mercado actual es posible apostar en contra de algo o alguien basándose nada más y nada menos que en chuparse el dedo y esperar a que el viento sople. Se les llama opciones.
Con semejantes premisas es relativamente fácil que una profecía se cumpla.

Ahora bien, las cosas pueden complicarse un poco más cuando dejamos a un lado la influencia y el nombre y simplemente tiramos de lugares comunes para tratar de profetizar algo.
Supongamos ahora un movimiento civil pensado, motivado y movilizado por una causa lo bastante evanescente como para incluir a todo el mundo. Lo mismo puede ser "la crisis" que "los políticos" o "el Madrid ganó por fin". Gente anónima con el corazón a la izquierda o la derecha. Tan es así que desde el principio se renuncian a símbolos que pudieran excluir a alguien.
Aquí la profecía autocumplida viene de lejos. A los conservadores no les gustó el 15-M. La sociología y la psicología antropológica intentan decirnos que mientras el de izquierdas es activo y militante, el de derechas es pasivo y expectante. Casos aislados aparte.
Los columnistas más reacios no tardaron en ver motivos por el que espantar a los derechistas, que en ningún momento fueron malvenidos. Primero dijeron que la acampada se hacía en Sol, donde está la sede de la Comunidad de Madrid (PP) y no en otra parte donde hubiera socialistas. El argumento es flojo, ¿verdad? También lo pensaron ellos, que rápidamente fueron a buscar a los comerciantes que tienen sus tiendas en Sol. Tener la plaza abarrotada de gente no es positivo para las ventas, decían, si éstos sólo están ahí protestando en lugar de comprar. Así que protestan por los protestones y se quejan de la ruina que supone para ellos que, día sí y día también, los accesos a sus tiendas estén colapsados de gente. Parece que nadie les explicó el concepto de márketing, pero eso a los que estaban en contra de las protestas les daba igual: ahora tenían dos argumentos que explotar. Y pronto le añadieron un tercero, el de que el movimiento de los indignados no era otra cosa que un hatajo de perroflautas, vagos y maleantes. Izquierda pura y dura.

Pero, ¿por qué iban a estar los derechistas en desacuerdo con el 15-M en pleno gobierno socialista? ¿Por qué iban a estar en desacuerdo si los motivos del 15-M eran asumibles por cualquiera? No lo estaban. Pero la profecía autocumplida hizo su labor:
a. El derechista se desahoga desde casa o el trabajo. No se va a pasar frío o calor a la calle pudiendo decir lo mismo en un foro de internet o una columna de periódico.
b. El derechista temía que el movimiento fuera acaparado y explotado por la izquierda.
a+b. El derechista no se presenta en Sol y le deja todo el espacio a la izquierda.

¿Quiere esto decir que los columnistas tenían razón? No, pero al igual que Aquiles o Paul Krugman se aseguraron de tener razón: un año después las imágenes de las concentraciones son otras. Ya no se da la misma espontaneidad y heterogeneidad de doce meses antes. El imaginario colectivo ha aceptado la tesis de que el 15-M es (y por tanto se presume que siempre fue) de izquierdas. Porque:
a. El izquierdista gusta de expresarse en la calle, sea pasando frío o calor, además de decir lo mismo en un foro de internet o una columna de periódico.
b. El izquierdista temía que el movimiento fuera aceptado y bienvenido por la derecha.
a+b. "El 15-M es y será de izquierdas. No queremos a la derecha en él".

Asumimos que parte de un movimiento estará formado por extremistas, porque los hay en cualquiera. Y asumimos que a esos extremistas se les llama así por su condición de llevar ideas y actos al extremo de lo aceptable.
Un extremo de lo aceptable podría ser, por ejemplo, que hubiera policías infiltrados en las manifestaciones, concentraciones o grupos de cotorras "para montar follón" y darles una excusa a los antidisturbios para disolver a porrazos, algo nada imposible dada la propia naturaleza de la guardia, intocable e ininsultable, altiva y arrogante.
Inciso2: la lógica intenta explicarnos que un policía tiene que tener un rango ligeramente superior al de un civil para que su autoridad sirva para hacer su trabajo. La misma lógica explica que esa condición afecta a la propia percepción que el madero tiene de sí mismo, haciéndole creer el amo del cotarro aunque todos tengamos un jefe: él te puede llamar de todo menos bonito. Tú a él no.
Así las cosas, cualquiera que en un momento dado tenga ganas de armarla en una concentración donde se reúne lo mejor y lo peor de cada casa es, por definición, "un policía infiltrado". Esto tiene que ser así por dos razones:
1. Dada la condición de alguno de los miembros del movimiento, es mejor vendar la herida antes: si montas alguna bronca te llamaremos policía, lo que significará que te echamos del grupo, lo que significará que eres de los nuestros siempre que no te salgas del guión.
2. Pero al mismo tiempo, y conocida la naturaleza de los más extremistas, libera de toda responsabilidad a los reunidos: cualquier violento es madero. Aunque no lo sea.

Desde el otro lado las perspectivas tampoco mejoran. Si la Policía teme que algún exaltado empiece a liarla y tienen instrucciones de mantener el orden público (tratar de diseccionar este concepto da para otra entrada), estarán tensos y a la que salta en cualquier ocasión, sea cierta o no. Y además dan por sentado que cualquier detenido dirá que es inocente aunque no lo sea. Y si lo es, "estabas en el momento equivocado y en el lugar equivocado, pero vas a comisaría igual. Será injusto, tal vez, pero esto es lo que hay y te jodes porque no pienso comerme el marrón por ti y te denunciaremos igual". Y además liberarán tensiones y adrenalina. Profecía autocumplida: se temen disturbios y la misma Policía los agrava.

Y así hemos llegado a este punto crítico. ¿Tal es la fuerza de algunos que pueden influir tanto en los demás? La práctica dice "sí" aunque la teoría diga "no". ¿Por qué entonces las profecías autocumplidas se cumplen? Porque suponen el deseo de muchos: en el caso de Krugman el deseo es la ganancia de dinero rápido y fácil apostando por lo mismo que apuestan unos cuántos. En el caso de los derechistas es victimizarse de lo poco que les quieren. En el caso de los izquierdistas es reivindicarse con algo que se les da bien. En ambos, además, está el pavor a mezclarse unos con otros.

Autocúmplanse ustedes también. 

24 abril 2012

La Gran Broma

Estamos, según las últimas noticias, al borde de lo que llaman "situación de rescate" o "recesión" y muchos se echan a temblar. De esos muchos temblorosos, la mayoría no sabe por qué tiene que tener miedo y otros sencillamente lo hacen por puro seguidismo. Sólo unos pocos saben genuinamente qué motiva ese pavor: no será su preocupación por usted y yo.
La cosa está tan mal que ya se habla sin tapujos de copagos, recortes a troche y moche, adelgazar lo que una vez fue gordo... ¿adelgazar lo que una vez fue gordo? Los obesos mórbidos pueden estar tranquilos, a ellos no se les tocará un gramo de grasa mientras haya otros que puedan sostener el golpe.
Es decir, ¿por qué va un parlamentario a sacrificar su coche oficial o las dietas que le dan para vivir en el Palace, pudiendo hacer que un jubilata pague 5 euros por sentarse en la habitación del hospital donde está ingresada la parienta? El viejo no sale en los periódicos. El viejo no paga las publicidades de los periódicos.

El Cuarto Poder ha muerto, ¡viva el Cuarto Poder!
Pero tranquilos, que no me pondré conspiranoico ni me echaré al monte. Prometo ser comedido en la medida en que la situación requiere un repaso de los hechos, sin más añadiduras.
Todos somos ya viejos conocidos. A pocos les puede sorprender que los periódicos se venden con carga ideológica incorporada. El País es 'socialdemócrata', El Mundo 'liberal', el ABC y La Razón andan de tortas por ver quién es más monárquico y meapilas y a Público le hubiera gustado que hubiera más nostálgicos de la república en España (pero no los hay). Así que cada cuál mira por sus intereses y se olvida de la función que cumplen. ¿Informar? Nah. ¿Veracidad? Según interese, si es amigo o enemigo. ¿Destapar escándalos? Huy, no me meta prisa, amigo, que tengo facturas que pagar.

Tampoco ayuda que la democratización de internet y la comunicación en general sea propicia para difundir cualquier bulo imaginable, por delirante que pueda parecer. Hace nada aterricé en un blog que juraba y perjuraba que lo de al-Assad en Siria, la guerra civil, los bombardeos, los miles de civiles masacrados... ¡todo mentira! ¡Un hoax de Occidente para tener la excusa perfecta para invadir otro país árabe! ¡Si en realidad no pasa nada y la gente camina por Homs con toda la calma del mundo, hombre ya!

Pero nos gusta VEF y nos gusta Sálvame y nos gusta Gran Hermano. Nos gusta que cualquiera pueda ser cualquiera detrás de una pantalla y que podamos tirarnos trastos a la cabeza. Nos gustan los trolls y los iluminados porque nos salpimentan un día de por sí soso y predecible. Les aplaudo.

El vil populacho
Como ciudadanos rasos, súbditos si algunos lo prefieren ahora que el Rey tiene pitopausia, no sabemos gran cosa más allá de lo que podemos ver a nuestro alrededor. Los precios suben, los impuestos suben, cuesta más vivir y tampoco hay grandes esfuerzos por que se nos pague del mismo modo, lo que hace que se nos ponga todo bastante cuesta arriba. Pero nada sabemos de por qué algunos tienen que comerse todo el marrón y otros no sueltan sillón ni así se esté quemando.
Me sorprende, de veras, que antes de pensar en recortes del tipo 10.000 millones de nada en Sanidad y Educación a ninguno de esos lumbreras se les ocurriera suprimir cargos duplicados o bajarse un sueldo que no gastan.
_¿Cómo dice? ¿Bajarme el sueldo? ¿Muá?
Pongamos que, simplemente, es usted capaz de ir al trabajo a pie. O en moto. O en un alarde demagógico y populista, en metro.
_Pero, ¿y mi seguridad?
Ahí nos atrapan. No queremos que ningún pobre hombre muera o sea secuestrado. Y si no es la seguridad es el incentivo de servir al Estado en vez de a la empresa privada, que paga más y más pronto. Y si no es la pasta es la erótica del poner "Ministro" en las tarjetas de visita. Y si no es ambición es porque no saben hacer otra cosa. Sea por lo que fuere, ellos no se privan de nada.
Mientras, el vil populacho, la villanía, se las tiene moradas con el día a día. No es vil populacho el que se desvive en montar manifestaciones y huelgas, en salir a la calle a protestar por "su" cosa. "Su". No "nuestra", el resto que se busque la vida o pida hora para ponerse delante del Ayuntamiento con la pancarta.

Ahora que el PP es el que manda (y de qué manera) a los del PSOE les ha faltado tiempo para ponerse detrás de la barricada. De repente, es como si nunca hubieran estado los últimos 8 años mareando perdices. ¿Y por esto les pagamos dinero, damas y caballeros? ¿Para esto les mantenemos a un nivel poco comparable al de un tipo medio?
_Pero son los que nos defienden de los recortes.
Por favor. Por favor. Por favor. Estamos aquí hablando en serio.

El Problema. El de verdad.
Supongan que algo no les gusta. Imaginen que hay algo, en alguna parte de su vida cotidiana, que no está todo lo bien que podría estar. Ahora, en un alarde titánico de imaginación desbocada, véanse a ustedes mismos escribiendo a su representante electo pidiéndole explicaciones y que él esté obligado a responderle. ¿Ha sonreído? ¿Durante un momento mágico ha sentido ese cosquilleo de sentirse útil para algo más que para sí mismo?
Voy a quitarle el chupete: nadie está obligado a responderle a usted, simple contribuyente, don nadie, anónimo número de la Seguridad Social. Además, se lo voy a quitar de golpe: usted no tiene un representante electo al que escribir. Nadie, repito, nadie tiene que responder ante usted.
La "fiesta de la democracia" es un domingo cada 4 años. Ese es todo nuestro papel. Ahí acaba el poder del populacho (si es que es un poder).

Comprendo que todo gobierno tiene una hidden agenda (LOGSE: cosas que tú no tienes por qué saber, pringao) pero por mucha información que manejes, si no tienes nada que hacer... ¿para qué te metes? Si así son las cosas, si resulta que no puede tocarse nada, cambiarse nada ni suprimirse nada, ¿a cuento de qué les estamos pagando que no tengan que preocuparse por trabajar el resto de sus vidas? Oh. Un momento...
_Exacto. Bienvenido a la Gran Broma.

La Gran Broma
La Gran Broma consiste en que te mates a trabajar en lo que sea y por cuanto sea, no importa si es lo que te gusta o no, y vayas pagando tus impuestos. Vive bien o malvive, no importa, pero sólo preocúpate de ti mismo. No mires al de enfrente si no es con envidia o rencor. Acumula todo lo que puedas. Rodéate de cosas que digan que eres alguien. Deja de preocuparte si dentro de ti sigues creyéndote nada, no importa: todo el mundo alrededor cree lo contrario y eso es lo que nos gusta que piensen de ti.

Mientras tanto, deja que nosotros nos turnemos en el poder. Deja que nos repartamos el mayor pastel de todos y vivamos a sus expensas. No nos mires, no estamos aquí. Como somos muchos (y cada vez más) tenemos que duplicar o triplicar los cargos para que los nuestros tengan también su trozo de tarta. Así que creamos autonomías que no sirven, diputaciones que no sirven, senados que no sirven, ayuntamientos de pueblos de 100 personas que no sirven... pero que diremos que lo necesitas y hay que pagarlo. Sigue a lo tuyo, majo, y comprueba que lo que hacemos es bueno también para ti.
Lo que nunca sabrás es cuánto podríamos hacer. La de facilidades que podríamos concederte. Por poder, es físicamente posible manteneros siempre que consigáis suficiente pasta de fuera. En serio: no tendrías que preocuparte de una hipoteca, ni de gastos como agua, luz o teléfono. Podríamos dártelo gratis pero, ¿por qué hacerlo si quieres pagar por ello? Tu estatus depende de ello, así que gracias a que necesitas hacer creer a todo el mundo que eres un pez gordo nosotros podemos ocuparnos de conseguir todo eso para nosotros mismos y dejarte a ti en la estacada si las cosas se ponen feas. Y no te quejes: lo quieres así.
_¡Mardito capitalismo!
No, damas y caballeros, la Gran Broma está mucho más al fondo. Si consumismo o capitalismo son algunos de los teatros donde se mueven las marionetas, la Gran Broma es la ciudad que alberga los teatros.
La Gran Broma no discrimina si es útil: sostiene y jalea 'paraísos' comunistas en todo su esplendor y genuinez. No escatima teocracias ni dictaduras. No desestima que la gente se mate por ideas o religiones. La Gran Broma trasciende todo eso porque, por encima de ideologías o dioses, siempre hay algo mucho más sagrado: tú mismo.

Quieres comer en Horcher. Quieres dormir en Moustique. Quieres viajar en un Gulfstream y que te recoja un Aston Martin conducido por la última conejita Playboy. Y quieres que eso sea algo al alcance de unos pocos. Que signifique que eres alguien que está por encima de la masa. Lo necesitas, seas marqués o sindicalista.
Tal vez quieres que tu nombre sea cantado por masas enfervorecidas, que te citen como a un dios, que escriban libros y libros y libros sobre ti analizando cada cosa que hiciste. Que miles te vean como un ejemplo a seguir y que estén dispuestos no sólo a morir sino a matar por ti.
Quizá pienses en un más allá y te sientas como un profeta. A lo mejor querías ser la estrella del equipo.
El que tenía la última palabra. Aquel al que mirar con adoración y cierta envidia. No te avergüences: lo sabemos. Lo entendemos, ¿cómo no hacerlo si somos nosotros los que queremos que sea así? Porque mientras tanto nosotros podemos seguir siendo la sombra que vive a tus expensas. No te robamos mucho, no somos entes desconocidos ni poderes oscuros y ocultos: nos mostramos tal y como somos. Dejamos que te acerques a nosotros y te vean con nosotros porque es parte del juego: nada impone más que comer con un Ministro. Nada da más poder que el poder mismo.

Nos interesa tu bienestar lo mismo que un calamar: no va con nosotros porque ya lo tenemos, gracias a ti. Nos pagas lo que nos queda de vida para que resolvamos cosas, pero no lo hacemos, vamos, ¿quieres dejarnos sin trabajo? En lugar de eso creamos nuevos problemas para que sientas que dependes de nosotros. Inventamos nuevas necesidades para justificar que estamos donde estamos y que somos necesarios. Mientras tanto, tú sigues pagándonos sueldos cada vez mayores porque nosotros tenemos que estar ahí donde todo el mundo querría estar. Somos la referencia, lo que determina hasta dónde estás dispuesto a llegar... o eso es lo que te decimos para tener nuestras fiestas. Que tú pagas.

El momento
Desde no hace mucho a nosotros nos ha dado por pensar. Se nos ocurrió discurrir que si la clase política no era la solución quizá fuera porque son parte del problema. Ya ha ocurrido antes y las respuestas, por conocidas, no dejan de ser eficaces.
Nos ignoran.
Se echan las manos a la cabeza y gritan. Señalan al adversario y le afean todas las conductas imaginables. Si es posible, añaden dramatismo e hipocresía para que los de enfrente se enerven y repliquen a su vez. El populacho, mientras, toma partido por uno y otro. Los trastos vuelan de una cabeza a otra, las reacciones provocan más reacciones hasta que olvidamos por qué estábamos discutiendo si no es para seguir haciéndolo. Fin del problema y más fiestas para ellos.

Hagan la prueba, una vez más si lo desean. Pidan que el Congreso se reduzca el sueldo a la mitad y que se prohíban las pensiones vitalicias de los ex-políticos. Consigan que 500.000 ciudadanos concienciados apoyen la Iniciativa con sus firmas. Llévenlas a la Mesa del Congreso. Esperen... esperen...
_¡Ah, qué asco los del partido de enfrente! ¡Mira lo que han hecho!
_¡Pues no digamos vosotros, que sois unos golfos! ¡Periódicos, asistidme y llenad vuestras páginas con esta última bronca!
_¡Nosotros, del partido minoritario, también metemos bulla!
_Y nosaltres també!
_¡Buuu! ¡Mirad nuestros dedos!
Y para que la Gran Broma siga, alguien tiene que meter el dedo en la llaga. Alguien que no sea muy de arriba pero que tampoco sea un don nadie en el poder. Tal vez un presidente autonómico, o presidenta.
_Pues la verdad es que tampoco es ninguna tontería lo que piden, podríamos seguir viviendo de pelotas a pesar de todo.
Cobertura inmediata de todos los medios afines. Debates televisivos sobre las palabras pronunciadas. ¿Parece el principio de algo bueno? Nada de eso: se trata de dirigir la discusión al terreno conocido. "Nos está atacando, ¿quién se ha creído que es?". "Este señor o señora no tiene ni idea, se lo ha inventado todo". "¿Inventado, dice usted? Usted sí que no tiene ni idea, ¡peléese conmigo ahora!". "¡De acuerdo, me pelearé con usted!". Aquello ya no es noticia y sí la gran pelea que dos partidos han retomado donde lo dejaron la última vez. Sólo que no es una pelea de verdad. Es una broma. La Gran Broma.

¿No ríen?