30 julio 2007

Un cobarde temerario

Resulta inquietante, frustrante y a todas luces injusto que alguien que te importa te diga que eres un cobarde egoísta por no hacer siempre las cosas que querría que hicieras.

Si te lo dicen dos personas diferentes en menos de tres días, resulta sospechoso y comienzas a dudar de ti mismo, abandonas tu cómoda seguridad y aplomo con la que creías comulgar, vacilas durante apenas una milésima de segundo y te planteas si no tendrán razón.

¿Soy un cobarde por no ser capaz de soportar las discusiones sin fundamento? ¿Resulto débil debido a que prefiero morderme la lengua antes que decir algo de lo que luego me pueda arrepentir? ¿Poco inteligente por ser de los que prefieren callar y escuchar antes que deleitarse con el sonido de su propia voz? ¿No se trata precisamente de uno de los mayores errores por los que luego nos sentimos tan mal? ¿Ser valiente implica decir lo primero que te viene a la mente en caliente, sumido en plena catarsis de furia? Yo creía que el valor consistía en saber mantener tus principios, opiniones y valores por encima de cualquier intento de intromisión. Creía que implicaba estar dispuesto a cualquier cosa con tal de poder manifestarlos. Pensé que significaba haber tenido miedo una vez, haber luchado contra él y lograr superarlo con éxito. Ahora resulta que ser valiente significa hacer lo que otros digan, cuando ellos lo dispongan y del modo que desean. Pobre de ti si no obedeces, pues entonces no serás más que un débil y cobarde infraser carente de personalidad y carácter.

Por otro lado, soy egoísta porque mi primera preocupación es mi propia felicidad y no la de los demás. Porque no estoy dispuesto a dejarme arrastrar por las profundidades de la mierda a costa de que otros puedan manterse precariamente a flote sobre mí. Soy egocéntrico porque no me paso el día preguntándole a la gente cómo está y en qué puedo servirle de ayuda... sin que nadie se preocupe por cómo lo llevo yo. Resulto insoportablemente ególatra porque no soy capaz de renunciar a mis necesidades más básicas de modo que otros puedan largarse de vacaciones mientras yo me paso el verano trabajando. No, no puedo quedarme en mi propia casa. Sería un cúmulo terrible de pecados capitales tales como gula, pereza y avaricia... y no incluyo la lujuria porque se da por sentado que soy una especie de sátiro que aprovecha cualquier coyuntura para refocilarme en mis sórdidas guarradas (solo o acompañado de alguien con infinita paciencia a la que nunca podré agradecérselo lo suficiente). Resulto ser fácilmente manipulable por cualquiera con dos dedos de frente (lo que, lógicamente, implica que yo no los tengo) para a renglón seguido elaborarme un completo listado de "todas las cosas que se han hecho por mí" a lo largo de toda mi vana existencia... pero no, la intención no es manipular. Es meramente informativo. No debo ser tan mal pensado.

El colmo, claro, es que ahora estoy siendo poco menos que un patético y auto-compasivo llorica. ¿Sí? ¿Así están las cosas? Bien, pues entonces esta es mi respuesta:

Snif.

24 julio 2007

Un ausente que regresa con ganas

Lo malo de pasarse más de un mes sin actualizar el blog es que hay tantas cosas por contar, tantos acontecimientos de los que hacerse eco, infinidad de matices con los que adornar el día a día rutinario que, si el tiempo no acompaña y apenas dispongo de unos minutos al día para dedicármelos a mí, menos tengo aún para plasmar aquí mis idas de pelota.

En estos casi dos meses (!!) de ausencia semiinvoluntaria el Madrid ganó la Liga (bien), detuvieron al "Solitario" (bien), un tal Lewis Hamilton demostró que no es la sombra de nadie y puso en apuros el supuesto paseo militar de Fernando Alonso (mal), murió Polanco (cachis)... y conocí a alguien que me ha robado el corazón, la mente, el tiempo y el espacio.

Prometo ponerme al día. Mi dispiace.