22 abril 2009

El partido que tuvo de todo menos fútbol

El partido de esta noche ha sido de esos que costará olvidar y que crean escuela. He vuelto del estadio con la garganta rota de tanto gritar en los últimos veinte minutos, pero los setenta primeros me los podría haber ahorrado.
Nada más llegar al campo lo pude intuir. Son ese tipo de pensamientos que te invaden cuando ves las fuerzas presentadas al combate. No era un ejército que tuviera las de ganar, y eso que aquí se jugaba mucho más que tres puntos: el uno por seguir soñando con terminar como campeón y el otro para no acabar en eso que llaman infierno de Segunda. Qué será la Segunda B (y la Tercera), no quiero ni imaginarlo.
Y a fe que se notaban los nervios y que la presión empezaba a ser desequilibrante. Y más cuando no pasan ni quince minutos y un ex-madridista cuela el primero, y no para los de blanco.
A mi alrededor, silencio sepulcral. Todos observamos cómo aquél chico al que trataron como a una basura cuando estuvo aquí siente el respeto suficiente para no celebrar el gol. Si lo hizo, yo no lo vi.
Al Madrí (homenaje a Gistau) se le notaba que iban cuesta arriba. Gago no daba un pase ni aunque le fuera el sueldo en ello. Guti daba unos pases de impresión... al contrario. A Marcelo se le subieron el par de buenos partidos que hizo a la cabeza y se creía Roberto Carlos sin llegar a pasar de ser un mero Secretario que sabe tirar a puerta. Ramos se resbalaba como si las botas que llevaba fueran muy vistosas -amarillo fosforito, ellas- pero no llevaran tacos. Y Raúl... bueno, ¿qué decir de Raúl? Él hacía lo suyo, lo que hace siempre. Andar por ahí correteando.
Que El Tipo Que Hace Fácil Lo Difícil Y Falle Lo Que No Falla Nadie (también conocido como Higuaín) metiera el gol del empate cuando el silbatos ya se lo estaba llevando a la boca sólo sirvió para que nos fuéramos al baño con más ganas de lo normal. Y yo que pensaba que esos goles sólo los marca el Capitán...

Lo que nos dejó la primera parte, además del juego coñazo habitual de quienes se duermen en la inopia, era un preludio de lo que ocurriría en la segunda. Y hablo de todo, menos del juego.
El Getafe se vio ganando desde temprano y procuró encerrarse atrás y perder todo el tiempo que pudiera. Hasta ahí, poco que objetar. Quien haga lo contrario, que tire piedras.
Y eso hicieron los de repente convertidos en vikingos:
_Ah, ¿que te pones a perder el tiempo? Pues ahí te va una patadilla tonta.
Y al getafense de turno parecía como que le habían disparado por la espalda.
Entonces a un ex-atlético le da por hacer como que le habían cortado la pierna a menos de medio metro de la línea de banda. El equipo local se desespera viendo cómo corre el reloj y ellos aún por detrás, la camilla que no sale, los médicos que van casi andando...
... Y aparece el Broncas, aquél Ojito Conmigo Que Soy De Torrejón y, sin cortarse un pelo, coge al tipo por los sobacos y le deposita -con suavidad, eso sí- fuera del campo. El árbitro -que todos los dioses le confundan- se quedó tan impresionado que, por no hacer, ni dijo una palabra. Hasta debió de parecerle bien. Claro que cualquiera le dice algo a Guti cuando enseña el colmillo.

Ahí empezaron los piques. Que si tú me pateas con saña, que si tú me haces gestitos tontos, que si el otro me ha dicho no sé qué de mi mamá... con el gol del empate la cosa no se suavizó. Más que nada, porque a ninguno le venía bien.
Así que salieron para jugar la segunda parte y a alguno se le notaban los ollares echando volutas de vapor y señales de guerra. Los Ultras se lo debieron oler porque empezaron con los tambores.
Además, salía Robben por Van der Vaart y la cosa prometía. De hecho, el ya típico "arreón" duró, como siempre, los primeros diez minutos. El tiempo justo para que la versión calva de Flash Gordon volviera a lesionarse. Este se rompe sólo con mirarse en un espejo.
Juande mira el banquillo. "Y ahora, ¿a quién saco?".
Y miró a Drenthe. Y Drenthe le miró. Y ambos llegaron a uno de esos momentos culminantes en los que se dicen muchas cosas en un instante. Un intercambio de impresiones por telepatía que prometía ser antológico:
_Por favor, que no la cague.
_Por favor, que no la cague.
Y, para darle aún más enjundia a la comunión total, casi noventa mil personas recibimos un impulso nervioso simultáneo cuando vimos quién sustituía a Flash Cristal:
_Por favor, que no la cague.
Y diez tipos vestidos de blanco miraron al negro que entraba al trote cochinero con una única súplica dirigida al dios del fútbol.
Sí. Exacto. Eso mismo.
Para entonces lo que los periodistas deportivos se empeñan en llamar "ambiente caldeado", "olla a presión" -y demás símiles más viejos que Fraga y Carrillo juntos- estaba a punto de convertirse en una ensalada de hostias. Así, sin paños calientes ni nada.
Y vuelta a empezar con las tonterías propias de gente que no tiene nada mejor que hacer que jugar a todo, menos fútbol. Que si no tiro la pelota fuera por mucho que haya un contrario tirado en el suelo porque está fingiendo y perdiendo el tiempo. Que si os jodéis por el segundo gol que os acabamos de marcar, pedazo mataos. Que si huy, mira cómo me está costando sacar de banda este balón, si es que pesa mucho y no tiene nada que ver que estemos ganando en el Bernabéu.
El tipo de luto y con pinta de ser más chulo y arrogante que Risto Mejide y el Yoyas metidos en una batidora tampoco ayudaba demasiado. Se le veía demasiado pendiente de mantener una pose erguida que de prestar atención a lo que realmente pasaba cuando no miraba.
_Y ahora, por tocar un poco los huevecillos, le voy a dar a la pelota.
Qué traviesillo. Pues ya podía haberla tocado así antes. Porque yo, que segundos antes le decía a mi padre "bua, lo tira Guti... lo manda al segundo anfiteatro" tenía que tragarme mis palabras cantando gol y pensando que aún podíamos hasta ganar y todo.

Pero entonces, cuando el Madrí pensaba lo mismo que pensaba yo llega un brasileño nacionalizado portugués con nombre español y se convierte en un chino loco. Patadas, puñetazos... diría que parecía boxeo, pero ni eso porque el otro estaba en el suelo y el boxeo prohíbe pegar a alguien que está tumbado. Tuvo que coger Iker y echarle del campo gritándole "¡estás loco!".
Yo no lo vi al momento. Estaba más pendiente de acordarme -a grito pelado- de la madre del árbitro. Ventajas del aficionado, pero cuando vi el resumen en casa, pensé lo mismo (que está loco) y algo más. Se me ha caído un mito. Este mariscal de campo es Napoleón. En lo bueno y en lo malo. Se le había caído un tornillo o algo.

La víctima, un talaverano que las pone donde quiere, se ve que quiso lanzar el penalti con ganas de humillar al rival. Sí, esto parecía un derbi. Para qué marcar el 2-3 de penalti a tres minutos del final... pudiendo marcar el 2-3 de penalti a tres minutos del final a lo Panenka y con cachondeíto.
Pero él no es checo. Ni lleva greñas y barbita hippie. Él es Casquero. Y cascó.
Cascó el suelo, por lo que a Iker le dio tiempo a tirarse, a levantarse, a mirar al público, a rascarse la hucha y a recoger el balón del suelo.
Y entonces, cuando yo ya pensaba en el recochineo de los catalanes y en la portada del Marca de mañana, aparece (¡otra vez!) El Que Hace Imposible Lo Que Está Tirado y en el descuento (¡¡otra vez!!) la pone en la mismísima escuadra. Tres a dos y a chincharse todo el mundo.

No sabría describir lo que sentí exactamente. Pero sin duda debe ser lo que sienten aquellos que lo creían todo perdido y en apenas un instante la situación da un vuelco completo y te ves con la victoria. Una sensación de orgullo, de incredulidad, de euforia desatada. Una vuelta de tuerca de una fe que parecía adormilada. Si éstos no ganan el campeonato no será porque no lo merezcan sino porque otro fue mejor.
Pero el partido no podía terminar así como así. Se habían partido la cara durante hora y media y alguno quería más fiesta. Berenguer, un catalán que parece alemán por lo grande que es, sale del banquillo disparado a por alguien del equipo contrario mientras Cata Díaz, otro que tampoco parece un peso mosca, se va a buscar al tipo que se pasó medio partido tocándole (y tocándose) los huevos en su cara. Marcelo, que de repente es la figura del minuto y también el tocahuevos de antes, se huele la caza y sale por peteneras mientras entre todos frenan a las fieras corrupias.
Eso sí, se da el gustazo de sacar la lengua. Qué machote.

A tres puntos, damas y caballeros.