30 agosto 2008

La fe que no mueve montañas

Se han dado múltiples ocasiones en mi vida en las cuales se me plantea por mi capacidad de creer en lo intangible, en algo que no se puede ver, ni tampoco demostrar que algún día se pueda. Me preguntan si creo en algo más allá de la muerte. Si ese "algo" implica un ente supremo que rija los destinos del Universo. Lo llaman Dios. Un Dios en el que creer. Una creencia sustentada en la fe.

Creo en algo. Creo en las maravillas que la feliz Casualidad (y, quizá, también un poco de Causalidad) provocó en este planeta al despertar la vida. Creo en una evolución que comenzó hace millones de años y que, aún hoy, perdura sin que sepamos hasta dónde abarcan sus límites. Creo en una gran explosión que lo originó todo. Creo en la futura implosión que acabará con todo.
Quiero creer que no somos la única raza inteligente y que está por llegar el día que sepamos de la existencia de otras, iguales o aún mayores.
Pero sí, se podría decir que algo de eso que llaman fe tengo. Porque creo en un Dios.
También creo en Gaia.

Mi dios se llama Dios. Dicen que es el de los cristianos y podría serlo si contáramos con unas cuantas salvedades. Creo en Él porque no creo en un Yahvé, ni en un Alá, ni en un Buda, ni en un Visnú... o quizá creo en todos ellos al mismo tiempo porque, en realidad, en lo que no creo es en aquellos que se dicen sus representantes, sus mensajeros, sus Enviados.
No creo en la Iglesia. No puedo creer en la infalibilidad de una institución regida por hombres tan falibles, tan imperfectos, como yo. No puedo creer en la divinididad de un hombre de talla irrepetible, impresionante... de cuya historia sólo se nos transmiten retazos, vaguedades, exageraciones. Una historia en la que omiten, precisamente, todo aquello que le hacía humano.
Lo llaman fe. Hay que creer en lo que dice un libro escrito más de trescientos años después de la muerte de aquél hombre porque en eso consiste la fe. Una historia sobre sus hechos, sus citas, su Historia, plagada de incoherencias, fábulas, mitos y algún que otro embuste. Aún sabiéndolo, debemos seguir creyendo en ello.
Porque, dicen, no importa si la historia es cierta o no, sino el mensaje subyacente, el trasfondo, la idea central. Sin duda. Dichas creencias transmiten un mensaje positivista, que busca la fraternidad del hombre, la búsqueda de su mejor versión. Dicho argumento se tambalea en mi cabeza cuando resulta que, si el mensaje -la idea- es lo fundamental, existen muchas personas que se toman las historias de tal libro al pie de la letra. No rebuscan en el trasfondo, sino que se quedan en la literalidad, siendo impermeables -a veces, violentamente- a todo cuanto no esté recogido entre sus páginas. Se les conoce como fundamentalistas, ultraortodoxos. Extremistas. Para ellos no hay palabras que reconduzcan sus posturas... porque ellos tienen fe. Y no hay necesidad de explicarles nada, de reconducir, a los que ya tienen fe.

Dicen que la fe consiste en creer en la divinidad de aquel hombre. No sería fe, en cambio, creer en las hadas, pese a que tanto el uno como las otras tengan historias que den por veraces sus existencias y sus poderes por testigos presenciales.
No lo sería porque las hadas no predican un modelo de comportamiento adecuado socialmente. No predican absolutamente nada. Pero creer en su existencia es un acto de fe similar al que requieren las religiones del mundo.
Dicen de él que resucitó al tercer día y que por eso es divino. Dicen que se le vio resurgir de las tinieblas, y que incluso los incrédulos tuvieron que postrarse a la evidencia. Lo dice el Libro. El mismo libro plagado de incoherencias y fábulas, de mitos copiados de creencias ajenas.
No dicen si se enamoró, si supo o pudo amar a un hombre o una mujer porque, cuentan, él abarcó a la Humanidad entera.
No dicen si cometió errores, si la duda que una vez sintió fue grande o producto del miedo puntual a la muerte inminente.
Dicen que una vez sintió ira, él, un ser incapaz de odiar, una persona que pedía dar la otra mejilla.
Dicen que sus hermanos y sus hijos lo eran del mundo, que él sólo tuvo madre -y Virgen- y un padre adoptivo, negándole así una familia que no fuera la que el Libro relata. Curioso en aquellos que enarbolan, precisamente, la familia como bien máximo y supremo.

Creo en los fantasmas porque los he podido sentir, e incluso ver un par de veces. Por tanto, no es una cuestión de fe. Creo que hay una parte de nosotros que no se pudre al morir. Algunos lo llaman alma, otros espíritu, otros proyección en un plano distinto.
Dicen que lo que realmente funciona con estos seres, si los ves, es rezar. Rogar a Dios por los restos que permanecen entre nosotros de modo que puedan, finalmente, descansar en paz y nos dejen tranquilos. No hagamos preguntas sobre las almas, los espíritus, de aquellos que tienen más de dos mil años. Ya se encargará la fe de situarles en algún lugar. Son demasiado viejos para resultar molestos. Y Dios, o eso dicen, acepta en su seno a todo aquél que crea en él...

...pero si no crees en Dios no puedes ser acogido en su seno, en su Paraíso. No importa si, pese a tu descreimiento, has sido una persona de conducta y pensamientos intachables. Si has muerto siendo un santo ateo o de religión pagana. Tu no-creencia te condena a vagar eternamente en "un no-lugar". Una incoherencia más que conllevaría la autodestrucción de Dios: siendo Omnipotente e Infalible no puede cometer un error ni fallar sin que eso suponga una paradoja. Y condenar a una persona que rigió su vida bajo los preceptos que conducen al Edén es una injusticia imposible en Dios. Pero la religión también tiene respuesta a eso, como a todo lo que no puede explicar racionalmente: es una cuestión de fe. Es un camino inescrutable de Dios, uno más de cuantos existen.
Tengo suerte, no necesito confiar en caminos inescrutables. No me hacen falta excesos de fe. No tengo que creer en nada más que en lo que creo.

Porque creo en Él. Aunque, eso sí, sólo en Él.

1 comentario:

  1. casualidades caprichosas de la vida el final de tu texto, invitaba a iniciar el mío preguntándote; y ¿quíen es él?..pero la canción a la que me ha evocado es tan absurdamente conocida, que me ha entrado la risa tonta..y todo mi argumento se ha desmoronado.Perdóname, aunque sea almenos por haberlo confesado.

    Bueno, dicho lo cual, me encantaría discutir contigo, y con quien quiera que tenga una opnión sobre el tema, que me temo son muchos, o casi todos.Pero "esta" es una discusión tan vieja y tan nueva..que nos llevaría una eternidad resolverla.Y me consta que precisamente en esas esta media humanidad,eternamente, en tratar de resolver esta cuestión.

    Así que me resulta imposible en un breve espacio de tu ( apreciado) blog ni siquiera abordarla.Sin embargo, sí me gustaría lanzar "la primera"..

    Creo que el concepto de Dios, es algo muy complejo y a la vez muy simple que ha acompañado históricamente al hombre en su desarrollo como individuo y su evolución social.Siempre.desde que en algún punto que obviamente desconozco, él mismo (al hombre me refiero)lo creo.

    Yo creo que quien creo la idea de "dios" es el propio hombre.Proyectando en él todas las sidades de respuesta en una sola.Como un alter-ego universal, incuestionable,ilimitado,y para más inri; omnipresente.

    Una especie de Macroconciencia, o de inconsciente colectivo.Un reflejo abstracto de sí mismo ( del hombre) como si éste se hubiera asomado aun espejo que distorsionara y aumentara hasta la enesima potencia su imagen.O más bien si udeal de imagen.Un "lugar" ( su Dios) donde arrojar todos los miedos, todas las dudas,todas las sin-razones,todo al fin y alcabo, lo que él mismo ( el hombre) no puede comprender, aprehender, abarcar, responder..incluso crear.

    En un ejercicio de antropocentrismo sin precedentes, se inventa ( si me permites la ironía) un superyo que es la ostia, y que lo guía todo,lo mueve todo, lo comprende todo..y encima lo AMA TODO
    ¡Joder! (perdón pero la pasión me pierde) ¡Menudo tipo el tal Dios! ¿no?

    La idea de Dios, es algo complejo que en realidad responde a algo muy simple, y es la obsesión del hombre por conocerse y definirse.Y perdido en esa ardúa tarea re-crea una supraconciencia que le sirva de referencia,como un plano de carretera de su propia alma.Por si un día decide empezar a caminar para encontarla.

    Po eso, siempre han existido en todas las culturas y tiempos, distintas formas de deidad, con las mismas caracteristicas y sobre todo con la misma función o papel respecto al (resto) de los mortales.¿cáuntos dioses hay? ¿todos valen? ¿sólo es cierto el "nuestro"? ¿todos son el mismo?..¡pues si que estásolicitado el cargo! no crees?

    Hoy en día, podría decirse que una buena parte de esa humanidad ha desplazado la idea de Dios a la Ciencia.

    Pero, ese tema aún es más extenso para discutirlo, todavía, creo.

    Así, que por ahora lo dejo aquí.Creo que ya he provocado bastante.O tal vez, sólo he conseguido confundir aún más..no lo sé.

    Sólo quería dejar mi humilde granito de arena.Aunque espero que esto sea tan solo el aperitivo de una larga y placentera discusión, jajaja.

    Un abrazo más

    PD* nunca te tires de tus acantilados, asomate..o recorre sus perfiles, para conocerlos y saborearlos.Pero no precipites la fortuna de descubrir tu paisaje en un salto al vacío..sería una pena que te perdieras el paseo por tus fronteras.

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