18 mayo 2011

Podemos cambiar las cosas

Si queremos que lo que pasa en la Puerta del Sol llegue a alguna parte tenemos que hacer algo más que quedarnos ahí sentados. Tenemos que proponer ideas. Ideas capaces de convencer a todos, no sólo a unos pocos. Ideas sin ideología. Se trata, me parece a mí, de cambiar el país sin contar con los que mandan. Nos han demostrado que no sirven.
Eso implica responsabilidad. Eso implica entender que el romanticismo y el extremismo no tienen cabida.
Si se quiere cambiar toda una forma de hacer las cosas, hay que empezar por los cimientos. Muchos van por el tejado, pero se les caerá la estructura en cuanto sople una brisa.

¿Y qué cimientos son esos?
El sistema político en su más pura esencia. No, no hablo de monarquías o repúblicas, de izquierdas o derechas. Hablo de algo mucho más serio y en lo que todos estamos de acuerdo: la división de poderes.
Deberíamos clamar por jueces que estén donde estén sin un político que los haya nombrado. No, ahora mismo no es así. El poder Judicial no es independiente, y así nos luce el pelo. La mitad (sólo la mitad, pero más del doble de lo que debería ser) están a dedo por partidos políticos, eso supone que se sientan en la obligación de obedecer sus dictados.
Estamos hablando de algo muchísimo más serio que unas consignas ideológicas.
Pero en el sistema hay más ramas. Están el Ejecutivo (eso que llamamos Gobierno por no llamarlo otra cosa) y el Legislativo, que elegimos de una sentada una vez cada cuatro años. También deberíamos separarlos y exigir que, como en USA, haya dos elecciones distintas para el Ejecutivo y el Legislativo: queremos que sea esta gente la que mande y esta otra (sean del mismo grupo o no) los que hagan leyes. No queremos que el cortoplacismo de un líder y sus cálculos para seguir chupando del bote comprometa todo un país.

¿Y el Cuarto Poder?
Los medios de comunicación se precian de ser el Cuarto Poder. En realidad, desde hace algún tiempo sólo son los altavoces de los grupos que les pagan los sueldos vía publicidad o favores. Se acabaron los periodistas comprometidos con la verdad, y los pocos que existen (ejemplo neutro: Antonio Salas) se buscan la vida por su cuenta y viven de sus libros, no de sus periódicos. Sería una buena idea suprimir la opción del Gobierno de elegir a qué medio favorece más o menos. No, no es que haya una ley que se lo permita: es que no hay una que se lo prohíba. Así funcionamos aquí.

Ellos no lo harían
Seamos serios. Le dices al político de turno que estos cambios son lógicos, racionales y que sirven para que las cosas funcionen mejor y en el mejor de los casos el tipo te escucha con cara de póker mientras reflexiona:
_Este mindundi me está diciendo que quiere que se me acabe el chollo, que deje de tener a los jueces atados para que me saquen las castañas del fuego si meto la mano en la caja y a los medios controlados para que la gente sólo sepa lo que me interesa cuando me interesa, al menos los que mi grupo controla.
Le explicas que sólo pretendes que tu estúpido país funcione algo mejor y él te sigue la corriente, te da una palmadita en la espalda y corre a reunirse con los suyos a reírse de ti.
_¡Pues no va y me habla de separación de poderes! Pobre paleto.
Por ese motivo, estos cambios jamás los harán ellos. Por ese motivo, sólo nosotros podemos hacerlo.

El sistema parlamentario
Se supone que un congresista o un senador es un representante electo de un determinado lugar. Se supone que ese político responde ante sus electores de las decisiones tomadas. Se supone que esos mismos electores pueden ponerse en contacto con él y exigirle responsabilidades. La realidad es otra: esa persona es un representante de su partido, y sólo responde ante él. Durante cuatro años es inaccesible y no hay forma de pedirle cuentas de su gestión. Hay que cambiar eso: hay que conseguir que si alguien es elegido para un puesto de poder sea consciente que trabaja para alguien más que un partido y que pueden echarle.

¿Y el Senado?
Olvidemos la polémica de la representación proporcional por un momento. Supongamos que no hay partidos nacionalistas con representación inflada que, por ello, se han convertido en los únicos con todas las llaves y que con sus continuas reclamaciones lastran la capacidad de atención y acción de todo un país. Olvidemos por ahora que otros partidos con muchísimos más votos tienen muchísima menos representación.
¿Por qué? Porque no estaríamos todos de acuerdo. A ellos ya les gusta que sea así.
El Senado es importante. Allí se da permiso (o se niega) a que una ley sea aprobada o no lo sea. La única razón original de su existencia era convertirlo en la pista de aterrizaje de los partidos territoriales (no sólo nacionalistas, también regionalistas, cantonalistas, autonomistas...) y ser la voz de las provincias en contraposición a la estatal, que teóricamente era el Congreso, para así poder ser escuchadas y tenidas en cuenta.
Como no es así y están todos en el Congreso, su función actual es ser simplemente una fotocopia borrosa. Todos estaríamos de acuerdo en que se aplique la idea original y sea una Cámara de representación territorial o se suprima definitivamente.

Pero espera, ¿eso no fomenta el bipartidismo? ¿No es precisamente de lo que estamos más hartos?
Creo que de lo que estamos hartos es de políticos inútiles. De gente muy poco preparada para gobernar un país, de personas que no son más que fachada y consignas. El bipartidismo no deja de ser la consecuencia más lógica de la existencia de dos corrientes mayoritarias. No importa cuántos partidos políticos existan, al final siempre hay dos caminos: uno y otro. Izquierda y derecha.
Creo que todos estaríamos de acuerdo con que no basta con ser cualquiera para ser Presidente. La teoría es buena, pero también decían lo mismo del comunismo o del maquiavelismo.
A mí me puede gustar más o menos una ideología, pero si gana la opción que no es la mía al menos quiero pensar que el tipo que está a la cabeza es competente y puede hacer un buen trabajo. Pero para que eso sea posible antes tiene que haber pasado algo que no pasa: que la educación sea otra.

La educación
No se concibe la educación como algo que te servirá en el futuro para ser útil en algo. Ahora mismo pretende ser simplemente un filtro. No importa si aprendiste algo o no.
Como tampoco importa que los libros que tienes que leer en la edad más crítica para tener un criterio propio sean sean auténticos ladrillos infumables [¡alguien tenía que decirlo!], escritas por gente que acumula polvo en sus tumbas. ¿Pedro Páramo? ¿La Colmena? ¿Luces de Bohemia? ¿Un libro del siglo XVI? ¿¡En serio!? Pero me da que el motivo es evidente: dar a entender a la gran mayoría un mensaje:
_¡Leer es un coñazo!
Si leer es un coñazo, dejas de hacerlo. Si dejas de hacerlo, dejas de hacerte preguntas. Y si no preguntas, no protestas.
Oh, pero todos leemos. Al menos, sabemos hacerlo. Nadie puede decir que vivimos en un país analfabeto. Pero lo somos en cierto modo. Se nos inculca que el pensamiento crítico sólo puede ir alineado con un político. Que si estás con ellos estás contra nosotros. Que aquí no dimite nadie así se caiga el mundo. Que no podemos ponernos de acuerdo (pero ellos, tras las cámaras, sí). Se nos enseña a no reflexionar, a no pensar, a dejarte llevar por la moda del momento. Se nos machaca con la idea de ser productivos pero no se nos enseña a serlo.
Luego llegan los suecos y se ríen de nosotros. ¿Cómo no van a hacerlo? Se lo ponemos en bandeja.
Tampoco me parece de recibo dejar en manos locales la decisión de qué se estudia, en qué contexto y bajo qué premisas. Así nos luce a todos el pelo luego: que cada uno defiende una idea opuesta y no sabe ni entiende por qué el de enfrente habla de otra cosa, si vienen del mismo país. Obviamente no hablo de matemáticas, porque aún no se ha encontrado el modo de moldear a alguien al capricho de los números. Al tiempo.

Estas son sólo ideas genéricas y de trazo gordo. Estoy convencido que todos vosotros tenéis algo que decir. No quiero creer que no tenéis vuestra propia idea. Demostrad que podemos y sabemos estar de acuerdo sin ayuda de nadie.
Demostrad que podemos cambiar las cosas y que sabemos hacerlo mejor.

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